emos vivido todo tipo de circunstancias políticas desde el año 75 del pasado siglo hasta hoy. Momentos emocionantes, otros duros, difíciles y ahora tocan los imposibles. Los problemas crecen en la misma proporción que decrece la calidad de la clase política, el perfil bajo y mediocre al que hemos llegado se refleja a la perfección en el actual gobierno y, ante la falta de calidad y consistencia de nuestros gobernantes han suplido su gestión por el llamado “relato”. Es una especie de guerra mediática que consiste en forzar sus argumentarios hasta imponerlos sobre la realidad. Basta una orden desde Moncloa para que todos los tentáculos mediáticos del poder llenen horas y horas de radio, televisión y prensa hasta la saturación para imponer el “relato” oficial. La verdad no importa, si se fijan ustedes en las intervenciones de los tertulianos en las distintas cadenas, la coincidencia argumental de los izquierdistas va mucho más allá de una simple casualidad, son voceros del poder, los que les pagan y los colocan en las tertulias con ingresos nada despreciables que los mantiene con un buen vivir. Hasta Sánchez, el objeto de los ataques de la prensa de izquierdas se dirigía contra la derecha, pero ahora la cosa ha cambiado. Los pocos socialistas que se atreven a criticar las posiciones del gobierno son ahora el centro de sus ataques más virulentos, llegan a convertir en “fascistas” a socialistas históricos que contribuyeron decisivamente a traer la democracia a nuestro país, Felipe González, Alfonso Guerra, Redondo, Ibarra y algunos otros han pasado de ser referentes del socialismo moderno a “fachas caducos” y, sin analizar lo que dicen, los lapidan en la plaza pública sin piedad aunque , para ello, tengan que hacer un “relato” que retuerce la realidad. Viene esto al caso porque hace unos días asistí en el Hotel Ritz a un desayuno en el que intervenía Juan Luis Cebrián y al que presentaba Juan Carlos Rodríguez Ibarra. La verdad es que la intervención de Cebrián quedó eclipsada por la presentación el ex presidente extremeño, quien no perdió la ocasión para arremeter contra la amnistía a los golpistas catalanes que apadrina Sánchez, ya saben, amnistía por votos para su investidura. Curiosamente Ibarra defendía lo mismo que Sánchez se cansó de repetir en campaña:” la amnistía no cabe en la Constitución”, aunque tampoco nos extraña el cambio repentino de presidente Sánchez quien nos tiene acostumbrados a hacer exactamente lo contrario de lo que promete, sobre todo cuando de contradecirse depende estar cuatro años más en la Moncloa. Dijo Ibarra en su intervención que la amnistía era una violación contra el texto constitucional y por ende también contra los millones de españoles que la votaron. Y se armó el Belén. De inmediato los periodistas de estómago agradecido se abalanzaron sobre Ibarra por utilizar el verbo violar para referirse a la cuestión que nos ocupa. Podemos pidió la expulsión del partido del veterano socialista, ministras del gobierno y separatistas se apuntaron al linchamiento, pero a nadie le importó la verdad.
La primera acepción de la RAE del verbo violar, se refiere, precisamente, a los que infringen la ley, nada que ver con cuestiones sexuales. Tan es así, que la hemeroteca retrata a estos inquisidores del siglo XXI, ya en 2012 Podemos decía:” Podemos denuncia que PP y Psoe violan sistemáticamente la Constitución”, también el mismo año el Psoe decía:” el PP viola el pacto constitucional”, hasta un catedrático, Jorge de Esteban dijo: “el TC ha violado la Constitución”. Podría poner docenas de ejemplos, pero los tienen ustedes en internet. Nadie, ni feministas ni políticos se tiraron a la yugular de los que dijeron estas cosas. Ahora se lanzan contra Ibarra los que antes callaron. El partido de Sánchez ha decidido demonizar a cualquiera que se oponga a la vergonzante amnistía, socialista o no.