Indudablemente, cada ciudadano se le reconoce por sus esperas; sin ir más lejos nuestra propia estatura moral se puede medir por aquello que batallamos, pues hasta para estar en quietud con nosotros mismos, requerimos haber estado en defensa para los demás. Desde luego, hoy más que nunca son necesarios los valores y principios de las Naciones Unidas, si en verdad queremos superarnos y ser cooperantes, tanto para la salvaguardia del planeta como para eliminar la pobreza extrema.
A poco que miremos a nuestro alrededor, veremos a gentes diversas que esperan ser acariciados, no con palabras, sino con hechos, sustentados en la incondicional entrega de un espíritu generoso. Por ello, tenemos que activar la confianza mutua, la consideración hacia toda existencia, además de los diversos compromisos concretos, como el de silenciar las armas para que hablen los sentimientos, mientras hemos de interrogarnos sobre cómo vivimos y por quién ofrecemos nuestra presencia. Naturalmente, hay que desgastarse como persona, acercarnos a los desfavorecidos del sistema, fomentar puntos de concurrencia que nos sanen las heridas históricas, eliminando cualquier enemistad que pueda surgir. Tan solo se va hacia adelante con la humildad necesaria y con la virtud del amor como aliento. Sin duda, no hay mejor bienestar mental que sentirse arropado y con la energía suficiente para un gran dominio de sí mismo, ante los inevitables fracasos que puedan surgir. En cualquier caso, son estas expresiones de asistencia entre análogos, lo que hace florecer una sonrisa y mejorar el rendimiento cognitivo, en la medida que seamos capaces de construir una sociedad diferente, más acogedora, más humana y también más solidaria con los débiles. Bajo estos contextos, que nos infunden valor y valentía, podremos ayudar a una persona a tener anhelos, lo que significa que no se habrá perdido el tiempo.
Quizás tengamos que no cesar de andar y mucho menos de mirar más al universo para huir de este mundo de reveses. Todo ser no se halla más que por lo que aguarda. Es tiempo, por tanto, de que cada amanecer aticemos un estimulante vital muy superior a los desconciertos, lo que nos exige también una fuerte dosis de comprensión y de capacidad para rehacerse y poder resurgir.
Más pronto que tarde los aprietos nos llegan a todos. Lo que es preciso es levantarse a tiempo y descubrir la luz necesaria para entusiasmarnos. Ojalá esa juventud que viene, active la esperanza de una nueva concordia, ante una humanidad fragmentada como jamás. Si en verdad queremos superar las polarizaciones y los extremismos de este tiempo, la falta de decoro y de ética de algunos líderes, que no son tales pero que están ahí, tenemos que impulsar una alianza entre humanos y sus diversos periodos, haciendo hincapié en que las evoluciones naturales del espíritu humano no van de vicio en vicio, sino de una perspectiva ilusionante a una convicción. Junto a todo esto, es fundamental garantizar la libertad de pensamiento, a fin de dar espacio a que cada cual pueda expresarse para acabar con la esclavitud moderna, que no es otra que la dominadora de un gentío, adiestrado en esparcir la confusión y en venderse a don dinero.