El “nuevo PSOE” que Feijóo quisiera

Dijo Alberto Núñez Feijóo en la celebración del aniversario de la Constitución que él podrá y procurará entenderse con “el nuevo PSOE”, es decir, el que se perfile tras la salida de Pedro Sánchez de la secretaría general, por más que nadie sea capaz de adivinar siquiera en estos momentos quién sería el sucesor del actual inquilino de La Moncloa.
 

Lo que sí constato, tras muchos años siguiendo profesionalmente la trayectoria del partido fundado por Pablo Iglesias (Posse, naturalmente), es que el Partido Socialista Obrero Español muestra algunos síntomas de cansancio, quizá hasta de decadencia. Mal asunto para encarar un año con dos confrontaciones electorales que marcarán, sea cual sea el resultado, el panorama político de España y, claro, la suerte de los españoles hasta donde sus representantes políticos la influyen.
 

Tomemos, por ejemplo, dos hechos ocurridos este pasado 6 de diciembre: el primero, la ausencia de muchos socialistas históricos, incluyendo tres importantes ‘barones’ autonómicos, de la jornada de la celebración del 44 aniversario de la Constitución; el segundo, el anuncio de la suspensión de militancia de alguien tan significativo como Joaquín Leguina, acusado de decantarse por la enemiga pública número uno de Pedro Sánchez, la ‘popular’ presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
 

Hace tiempo que veo cómo el partido que nos gobierna comete errores que desnaturalizan sus orígenes: por ejemplo, el presidencialismo absoluto en la figura de Sánchez, que ni tiene un ‘número dos’ más claro que la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, o la vicepresidenta Nadia Calviño, ninguna de las cuales con hechuras de sucesora del actual presidente y secretario general. O el guillotinamiento de quien cae en desgracia por las razones que fueren, se llamen Susana Díaz, José Luis Abalos, Eduardo Madina... o Leguina. Que el único presidente socialista que ha tenido la Comunidad de Madrid se haya deslizado más o menos hacia la derecha, como les ha ocurrido a otros bastantes, no justifica, a mi juicio, su expulsión, ni el expediente -resuelto al final favorablemente- a Nicolás Redondo, muy cercano a Lebuina e hijo de una figura legendario del sindicalismo ugetista. Un partido, si quiere ser del todo respetable, ha de tener en cuenta sus orígenes, su trayectoria y a sus figuras más emblemáticas, desde Felipe González -que, como suele, no apareció por la celebración del 44 aniversario de la Constitución, lo mismo que los restantes ex presidentes del Gobierno- hasta el propio Leguina, pasando por Guerra, Zapatero, Solchaga, Almunia y una larga lista de personajes que llenaron varias épocas en los últimos cincuenta años de la historia de la nación.
 

El PSOE salió de su 40 congreso, el pasado mes de octubre de 2021, sin proyecto ideológico más allá de ganar las elecciones de este 2023. Ha incumplido muchas promesas, comenzando por la de no pactar con la Unidas Podemos de Pablo Iglesias o con Bildu y ha hecho del coyunturalismo una seña de identidad, camuflada en el sedicente deseo de ‘pacificar’ las tentaciones independentistas en Cataluña. Lo que es objetivo no desdeñable, desde luego, pero que debería emprenderse, como tantos otros proyectos de Estado, incluyendo una más perfecta separación de poderes, desde un consenso básico con el otro partido mayoritario, el Popular.
 

España no puede seguir construyéndose desde una alianza exclusiva con quienes se proclaman, enemigos del Estado.

El “nuevo PSOE” que Feijóo quisiera

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