El mundo entero en la palma de tu mano

Hace poco cerraron los multicines que había cerca de mi casa. No eran los mejores ni los más amplios ni los más cómodos. Pero era “mi cine y el de mis colegas”. 
 

En los Yelmo de Los Rosales no te miraban las bolsas por si habías comprado las palomitas y el agua fuera. Los empleados siempre tenían una sonrisa y una palabra amable. Vale que no siempre llegaba el palomitero de Spiderman o el vaso de Ironman con luces que veías en manos de los influencer de las redes y te conformabas con cualquier baratija, pero había un montón de sesiones de tu peli favorita en versión original subtitulada. 
 

En los Yelmo de Los Rosales vi “Hannibal”, con un Lecter desatado disfrutando y matando en una Florencia gótica y una Clarice sorprendente de Juliane Moore. Allí vi “Eyes Wide Shut”, esa joya que recibió tantos palos en su momento y ahora ocupa un lugar de honor en la filmografía de Kubrick. Algunos espectadores salieron del cine sin haber procesado todo lo que allí se veía, totalmente perplejos, como cuando mi padre, harto de que me gustara demasiado Star Wars, me llevó a ver de cría “2001,  una odisea del espacio” y salí igual de perpleja que mis vecinos de butaca al ver en los Yelmo a Tom Cruise actuar bien. Otra película que dejó perplejos a los espectadores de ese cine fue “Match Point”: un matrimonio se levantó y se fue de la sala al grito indignado de “¡esto no lo ha dirigido Woody Allen!”.
 

En los Cines Yelmo de Los Rosales vi el episodio III de Star Wars, “La venganza de los Sith” varias veces. Sí, papá, me sigue gustando Star Wars a pesar de tu gusto por la ciencia ficción ELEVADA. También vi las secuelas. Todas. Varias veces, Reylo siempre. Fui a ver “Doctor Strange”, mi primera película del MCU. Me dejó loca. Y a partir de ahí todas las demás: el silencio ominoso al final de  “Infinity War”, la tensión brutal y las lágrimas de “Endgame”, la nostalgia divertida de “Spiderman no way home” (ese final tan prometedor), y el delirio siniestro de “Doctor Strange y el multiverso de la locura”, una película que en unos años será de culto.
 

Y no solo cine: Yelmo tenía programación de teatro británico y óperas desde el Metropolitan Opera House. Podías ver “Hamlet” con Benedict Cumberbatch o “La fanciulla del West” con Jonas Kaufmann. El mundo entero en la palma de tu mano a un precio módico en un cine de barrio obrero y marinero. Pero se acabó: ahora para ir al cine tienes que ir al centro o a las afueras y suplicar que pongan algo en versión original, porque por lo visto es para pijos o para freaks. 
 

Desde que cerraron los multicines de Los Rosales no he vuelto al cine. Me enfado y no respiro. Ya veré “Barbie” y “Openheimer” cuando las pongan en las plataformas. Tengo una tele enorme con una barra de sonido y puedo vivir así hasta que llegue el meteorito. O el Tsunami. O lo que quiera que traiga el clima climático. Ahora mis colegas y yo hacemos sesiones de cine, ópera y teatro en casa. Hasta que vuelvan a abrir los Yelmo Los Rosales hemos prometido no volver. 
 

Al menos que en LKoru pongan cines de verano o autocines. Ahí ya empezaremos a discutir.

El mundo entero en la palma de tu mano

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