El mosaico del 13-F

Todas las encuestas sobre las elecciones en Castilla y León anticipan un indiscutido triunfo del Partido Popular (más de treinta años en el poder de la región) con mayoría suficiente. Aunque no absoluta. Y eso significa que deberá optar entre gobierno en solitario con apoyos ocasionales o buscarse un socio estable.

Si los números colaboran, elegirá la primera de las opciones. La más cómoda para Mañueco, la que desgastaría menos a la marca PP y la más adaptada al planeado salto de Pablo Casado a la Moncloa en las próximas elecciones generales. Para esa posibilidad de geometría variable tendrá donde elegir entre los cuatro o cinco grupos que serán minoritarios en la asamblea, o con varios de ellos a la vez (Ciudadanos, Unión del Pueblo Leonés y los distintos minifundios electorales en la mayoría de las provincias de la Comunidad).

La otra opción, más improbable a mi juicio, es la incorporación del activismo de Vox a una derecha sin complejos en el gobierno de la Junta. La suma sobrada se alcanzaría en coalición con Vox. Su facturación en escaños (al menos uno en cada provincia, hasta 9 en total) superaría la cifra de los 41, que es la barrera de la mayoría absoluta.

Es una opción indeseable en los estados mayores del PP, tanto regional como nacional. Sobre todo, en el segundo. Un anticipo de gobierno PP-VOX en CyL desmentiría la aspiración de centralidad que inspira a Pablo Casado y, al tiempo, alimentaría la alerta “antifascista” de los aliados de Sánchez en las futuras elecciones generales.

La perspectiva nacional, por tanto, es componente muy relevante en las aproximaciones al desenlace del 13-F. Ya queda dicho en lo que se refiere a Casado. Lo de Pedro Sánchez tiene otra cara. La de la derrota, según todos los sondeos, que coinciden en cantar el desplome del PSOE respecto a su sobrada victoria (malograda por la decisión de Ciudadanos de gobernar en coalición con el PP) en los anteriores comicios.

Dicen las crónicas que el presidente del Gobierno no se va a comprometer demasiado en la campaña de su candidato, el socialista Tudanca. No estoy en condiciones de confirmarlo. O al menos, no en base a las intenciones atribuidas a la supuesta falta de implicación de Sánchez en la campaña del 13-F. No tendría sentido, porque abandonar a su suerte a los socialistas castellanos y leoneses sería tanto como admitir de antemano la derrota del partido que lidera a escala nacional.

Más sentido tiene que pretenda evitar nuevas confrontaciones con su socio de gobierno, Unidas Podemos, con el que se entiende a nivel nacional, aunque sea de aquella manera, pero que compite a nivel regional, poniendo en evidencia una de las contradicciones de la extraña coalición que reina en el Palacio de la Moncloa.

El mosaico del 13-F

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