imagínense a los gazatíes aliviados entre las bombas porque tres países más reconocen el Estado palestino o porque universitarios de países occidentales acampan en su apoyo. Imaginen a los pescadores gallegos comprendiendo que las relaciones hispano-argentinas entren en crisis por unas declaraciones estúpidas que no serían noticia si no nos gustase tanto el chafardeo. Supongan incluso el orgullo de los argentinos viendo cantar a su presidente como un “león rugiendo en la avenida”. Imaginen el mundo de la prostitución satisfecho o indignado, como ustedes prefieran, porque la ley contra el proxenetismo no haya salido adelante. O el sincero desazón de quien no puede pagar su vivienda porque el PSOE retira su ley del suelo.
Con demasiada frecuencia, los grandes temas de la semana son tan ajenos a las vidas de las personas que no dejo de sorprenderme al contemplar las apasionadas discusiones de tertulianos, comentaristas y lectores de prensa digital. Conozco el mecanismo profesionalmente, entiendo el poder de lo simbólico, de lo emocional, de la ideología distorsionadora y hasta entiendo que por entretenimiento nos dediquemos a cosas que no importan…aunque al final hacemos que acaben importando. Pero personalmente no dejo de pensar que somos idiotas por seguirles el juego a esos políticos, no pasarles factura en las elecciones y consentir que sigan dedicando su tiempo y el nuestro a nada que tenga que ver con nosotros.
Esta semana se ha condenado a una aseguradora a pagar 13 millones de euros a una familia compostelana por una negligencia médica que dejó a un bebé sordo, mudo, ciego y epiléptico. La noticia asombra por la cantidad, más habitual en los Estados Unidos que en España. Pero no indigna a nadie el hecho de que la familia haya tardado ocho años en lograr la sentencia. Y a ver cuánto tarda en cobrar. Si la mitad del tiempo que se ha dedicado a discutir sobre la conveniencia del reconocimiento del estado palestino o las extravagancias de Milei se empleara en presionar para el arreglo de la justicia o limitar el poder de las aseguradoras sobre los asegurados aquí, en Galicia, en casa, a lo mejor los políticos no se permitirían estar jugando a los “ofendiditos” o cantando en escenarios “leoninos”.
Lo malo del asunto es que existe un segundo nivel de actuación política que no acapara grandes titulares, que regula, prohíbe, impone o limita en cuestiones que sí nos afectan, a veces por “capillas”, de modo que solo tiene interés sectorial. Suele beneficiar al lobby de turno, al activismo o al poder, que siempre está cerca del legislador. Y los ciudadanos nos lo encontramos de golpe en una ventanilla, en un papeleo, un juzgado o en un hospital. Ya saben: lo que de verdad importa. Una frase de congresos, de libros y de películas, que deberíamos utilizar a la hora de votar e incluso discutir de política.
Así que, si me lo permiten, en vez de hablar de “alta” política internacional, o de gobiernos incapaces de aprobar leyes sobre “aboliciones” y planes urbanísticos, e incluso de trenes veloces que llegan tarde, me sumaré y animo a que se sumen a la iniciativa de unos estudiantes coruñeses del centro de formación de Cruz Roja: la primera “andaina solidaria” por la donación de sangre en A Coruña. Es el 1 de junio a las 11.00 h, un recorrido de ida y vuelta entre la autoridad portuaria y la base de salvamento marítimo en el dique de abrigo. Al regreso habrá dos autobuses para donar sangre. Busquen en internet “1 bolsa, 3 vidas”. Y participen. Porque mientras unos se entretienen con insultos de zurdos y fachas, un grupo local de estudiantes se moviliza para lograr resultados concretos. En este caso nada más y nada menos que sangre. Y la sangre, queridos amigos, de verdad importa.