Las lenguas. Deriva inversa a lo lógico

Quién soy yo, pobre de mí, para asomarme siquiera al extenso y complejo mundo del habla, de la dicción..., que se nos viene presentando con tantas raigambres y tantas formas como lo hayan sido los brotes de etnias, de grupos humanos, de corrientes en las civilizaciones. Pero intentaremos ir, sin embargo, al sentido común y a lo que podemos llamar el deseo de la búsqueda de sendas hacia el bien común.


No deseo referirme aquí al órgano de la degustación, la deglución y articulación de la palabra, que se encuentra en la boca del hombre y de muchos animales, sino a la manera de comunicarse por el habla una zona, un pueblo, una nación...y que suele acompañar a esos grupos humanos en su uso desde tiempos inmemoriales sin apenas alteraciones. 


Ese modo y manera de comunicación por el habla dio lugar a lo que hoy entendemos por dialectos o formas dialectales, (cuando se limitan a zonas más o menos concretas y no muy dilatadas y no por ello menos interesantes), y a idiomas, (cuando evolucionaron en extensión, adecuación, etc., a formas y espacios más generalizados y amplios, como el caso del español y el inglés por ejemplo). Y recalco lo de zonas pequeñas y no por ello menos interesantes, porque tienen tanta o más importancia para su esmerado cuidado y conservación como lo pueda tener cualquier lengua de amplitudes notables, universales..., por lo que es preciso, no sólo no perseguirlas, (como a veces ha ocurrido y puede ocurrir), sino, mimarlas, apoyarlas, llevarlas a los diccionarios, los textos, las academias, los archivos, y se mantendrán, así, indefinida y consuetudinariamente, sin obligar por ley a su aprendizaje y su titulación y su dominio, con lo que todo ello conlleva a alumnos y a familias social y económicamente a esfuerzos innecesarios e improcedentes, ya que esa lengua, repito, se conserva si no se la persigue y se apoya. Debiendo tender, eso sí, educativa, gubernamental y socialmente, a un idioma, además, cada vez más amplio, general, universalizado, con el que todos convivamos y nos entendamos, no solamente en una nación, también en el mundo entero. 
Pues todo lo que suponga ir o derivar en contra o frente a los expresados principios, será y acabará siendo de consecuencias nefastas a la persona y a la sociedad en las que conviva. Nefastas social, económica y políticamente. ¡No hagamos “reinos de taifas”!; ¡llevemos a nuestro Congreso Nacional la obligatoriedad de la expresión, la comunicación, en nuestro idioma universal a todos cuantos allí precisen hablar! Para expresarse en su preciada, agarimosa, importantísima lengua vernácula u otra de su terruño, tienen su casa, su colegio, su biblioteca, su comunidad de vecinos, sus contertulios próximos..., donde, precisamente ahí, podrá expandirse y conservarse, sin otros aditamentos y obligatoriedades que creo, honestamente, completamente innecesarios. 


Conociendo opiniones discrepantes y sosteniendo la expresada, que es de muchos, les saluda, José Balseiro Casal.

Las lenguas. Deriva inversa a lo lógico

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