El karate y sus beneficios

Desde los años 70 del pasado siglo las artes marciales gozan de una gran popularidad en todo el mundo occidental, asegurando algunos que las películas de Bruce Lee tuvieron mucho que ver en ello. Sea cierto o no, la realidad es que los jóvenes de aquella época hacíamos cola en los cines para ver todos sus estrenos.

Pero no vamos hablar aquí del gran artista marcial que fue este norteamericano de origen chino, ni de la gran habilidad que poseía para combinar diferentes tipos de lucha, estilos y escuelas, sino que hablaremos de las ventajas que nos ofrece la práctica del karate.

El karate es un arte marcial que casi siempre es presentado como originario de Okinawa, sin embargo, su verdadero nacimiento ocurrió hace 5.000 años en China. De ahí se entiende que al principio tuviera influencias del kung-fu Shaoling y otras artes marciales chinas.

Lo cierto es que su llegada a Okinawa no ocurrió hasta el siglo VI d.C. Lo trajeron los comerciantes chinos. En esa época la isla era un reino independiente. Desde entonces los isleños lo asumieron como algo propio, mezclándolo con otras formas locales de autodefensa y practicándolo con pantalones cortos y el torso desnudo.

Aunque lo de la vestimenta cambiaría a raíz de la invitación que en 1922 le hizo el maestro de judo, Jigoro Kano, al maestro Giching Funakoshi, padre del karate moderno, al Kodakan de Tokio. Sugiriéndole el anfitrión a Funakoshi que por respeto a la tradición japonesa se vistiera con el judo-gi. Cosa que hizo el okinawense.

Lo curioso es que Funakoshi se sintió tan bien con aquel “extraño” atuendo que lo adoptó con el nombre de karate-gi. Es a partir de ese momento que en el karate se empezó a usar la vestimenta del judo y también sus grados.

Pero dejando atrás este dato curioso hay que decir que el karate, contrario a lo que mucha gente cree, parte de una filosofía pacifista, por la sencilla razón de que está basado en el “Budismo Zen”. Su objetivo fundamental es trabajar la fortaleza interior en la persona y la autodefensa.

Así que, más que preparar personas para vencer a un hipotético enemigo las ayuda a fortalecerse por dentro. Un compañero en la escuela a la que yo asisto desde hace unos años y que lleva 30 años practicándolo nos dice: “el karate está aquí”, señalando con el dedo índice su cabeza. Y es cierto.

Hay que decir que el karate es un deporte inclusivo, igualitario, por lo tanto, no hace distinción de raza, etnia, religión, cultura o sexo. Tampoco existen barreras limitantes como pueden ser la edad o algún tipo de discapacidad. En el mundo del karate solo existen personas.

Como todas las artes marciales posee unas normas muy estrictas, de obligado cumplimiento. Como son la disciplina, el honor, el respeto por el contrario y la obediencia hacia el profesor o profesora.

La práctica de esta arte marcial no solo beneficia físicamente a sus practicantes, sino que los ayuda a controlar las emociones tanto positivas como negativas. Por otro lado, estimula el desarrollo cognitivo en los jóvenes y ayuda a los adultos a mantenerlo en buenas condiciones.

El karate puede servir como apoyo para gestionar adecuadamente el estrés del día a día y a ralentizar el proceso de envejecimiento, también estimula la circulación y los músculos, fortalece los huesos, las articulaciones, la agilidad y los reflejos.

Lo que significa que su práctica es también recomendable en la tercera edad, porque ayuda a las personas a mantener la coordinación psicomotriz, además de producirles relajamiento, paz interior y armonía con ellas mismas y su entorno.

Es cierto que cualquier actividad deportiva es buena, la que sea, porque ayuda a mantenernos en forma tanto física como mentalmente. Solo hay que recordar aquel famoso dicho latino de “mens sana in corpore sano “.

Aunque el karate no es la panacea que lo solucione todo, sí es cierto que combina varias cosas a la vez tanto en el plano emocional como en el físico, por lo tanto, hacen que su práctica sea recomendable.


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