Una característica esencial del ser humano es que es un ser en crecimiento. En tiempos de pandemia, también y sobre todo, pues con la deriva totalitaria es más acuciante y urgente que sea capaz de poner en juego su libertad y su pensamiento crítico si quiere mantener y preservar su dignidad.
Si hoy hablamos de crisis de la modernidad tenemos que admitir que esta situación no se resolverá por una renovada afirmación de la cultura moderna, es decir, por la proposición de un nuevo paradigma absoluto, omnicomprensivo, cerrado y definitivo sobre el ser humano. Pero tampoco puede resolverse con un conformista escepticismo, o con la reducción de la acción humana a la consecuencia de un entretenido y trivial juego de interpretaciones. Sólo un impulso creativo y expansivo del ser humano puede abrirnos nuevos cauces para un efectivo crecimiento. ¿Crecimiento en qué? En humanidad, especialmente en plena pandemia, en plena operación tecnoestructural de control y manipulación.
El ser humano es también, sobre todo, un ser de sentido. Es un ser capaz de descubrir el sentido de las cosas o los posibles sentidos que encierran, y, por ello, es capaz también de dotarlas de un sentido. La exploración y colonización de la realidad no es una pura receptividad cognoscitiva pasiva, ni una ocupación mecánica, instintiva, o evolutiva de nuevos hábitats. Se trata más bien de acciones, no sólo calculadas, sino también eminentemente creativas, es decir, que ponen en juego la capacidad creadora del hombre, al concebir y aplicar nuevos sentidos -distintos, o más plenos y más completos, o “un mejor sentido”- a su existencia.
Dotar de sentido a la acción humana es poner en juego la libertad, es elegir. Hoy en tiempos de excepcionalidad, con el poder público en expansión a la caza y captura de adeptos e incautos, especialmente. Elegir, dotar de sentido, es una elección a largo plazo, que si es una auténtica elección exigirá de nosotros, congruentemente, coherencia y autodisciplina, porque toda elección comporta de algún modo -derivadamente, si no es enfermiza- autonegación y contrariedad, consecuencia necesaria del ser limitado del hombre. Un gerente público cuándo elige una de las varias ofertas que se han presentado a una licitación pública que cumplen los requisitos establecidos en los pliegos, está eligiendo, está optando, y eso significa, que debe justificar cuál es la mejor oferta a partir de su función de servicio objetivo al interés general. También, y sobre todo, en tiempos de pandemia, no digamos cuándo se trata de la compra pública de vacunas frente a Covid-19.
En fin, ¿cómo, pues, debe ser el hombre? Más humano. Más libre, más racional, más comunicativo y afectivo, más respetuoso con la realidad, más innovador y creativo, o, en términos clásicos, como decía Von Humboldt, “el hombre debe aspirar a lo bueno y grande”.