Ferroliño y sus posibilidades

Es difícil, por mucho empeño que uno le ponga, no pasear por Ferroliño -como cariñosamente se la conoce en mi casa- sin pensar en todo el potencial turístico, cultural y económico que tiene esta querida ciudad. Es, como dice la manida expresión, un diamante en bruto, una mina de oportunidades todavía por explotar.

Sus calles, sus comercios y sus gentes, en cambio, no reflejan ese entusiasmo que yo, en mi condición de ferrolano por matrimonio, profeso cada vez que la visito. Es cierto que la dependencia de la industria naval, ahora en cierto declive, y su marcado carácter castrense, valioso activo pero con pretéritas épocas doradas, han hecho mella en su desarrollo.

No son motivos, sin embargo, para arrodillarse ante la falaz máxima, como dice la canción, de que “cualquier tiempo pasado nos parece mejor”. Baúl de recuerdos aparte, Ferrol necesita crecer y puede hacerlo. Sólo precisa de criterio, buenas ideas y gobernantes con coraje.

Las necesidades urbanísticas son claras. El resto podemos confiarlo a la belleza de su entorno natural y a su rica gastronomía. Hay que invertir en la recuperación de fachadas históricas y en sus características galerías. El centro histórico precisa de un plan integral para su remozado, así como para la implementación de una peatonalización real y un tráfico ordenado, con un pavimento seguro y estéticamente aceptable.

Cada detalle cuenta y el mobiliario urbano son de esos qué hacen ciudad, pero con gusto por favor. Más bancos, jardineras y mejor alumbrado. La ciudad por la noche también existe. La desconexión de la ciudad con La Malata, Caranza y el resto de barrios es llamativa. Parece que en Ferrol sólo existe La Magdalena. La realidad nos muestra que desde San Felipe hasta el Campus de Esteiro, Ferrol merece la pena en su conjunto.

La ciudad necesita más verde -y quizás menos aparcamiento-, así como realzar los espacios del Reina Sofía, Parque de Herrera y el Cantón de Molins. Háganme caso, son lugares que el visitante valora y agradece. Los museos y la Semana Santa son los pivotes culturales a los que el Jofre debería aportar teatro y espectáculos de calidad. Playas cercanas y una ría de impresión, arquitectura modernista, naturaleza variada y una historia riquísima... Ingredientes «haberlos, haylos».

Hay que soñar a lo grande. Solamente hace falta que Ferrol despierte de su letargo, abrir los ojos y ponerse a ello. Tenemos tiempo.


Ferroliño y sus posibilidades

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