Nonagenario, ciego y apartado, no te olvido mi querido Ferrol. No olvido aquel Ferrol de los cincuenta, viendo botaduras de petroleros, escuchando las sirenas de una Bazán con casi cinco mil trabajadores; Las de la fábrica de lápices y las de los buques variados que nutrían a rebosar tus atracaderos, incluyendo los bacaladeros y lanchas de la Ría. El Ferrol que como hormiguero en plena canícula henchía de grato murmullo en movimiento tus calles, tus plazas, múltiples comercios, bares, cines y mercados. Aquella Calle Real que las tardes, noches de domingos y festivos, exhalaba hirviente poesía embriagadora, brotada de abigarrada locura juvenil… No olvido, mi Ferrol querido, tu acogimiento, tu bullicio, tu abrazo…, en peculiares bailes del Parque, Pista y Solina de la Gándara y tantas otras atracciones.
Y deseo profunda y fervientemente, mi amado Ferrol, que inquietados buscadores de mejoranza, juventudes iluminadas en inquietudes de iris al horizonte…, pero también Gobiernos de todo color y todos a una, consigamos darte cuanto antes los esplendores varios que tus zonas circundantes, tu propia ciudad y sus gentes encantadoras, se merecen.