Fuera de la lucha por la igualdad -ante la ley, de oportunidades, de salarios, de reconocimiento dentro de ella de las diferencias naturales específicas-, no hay feminismo. Sin embargo, o bien para Unidas Podemos el feminismo es otra cosa, o bien pretende suplantarlo por una retahíla de consignas pueriles en sintonía con su primitivismo cultural e ideológico, cual se desprende de su manifiesto para el Día de la Mujer Trabajadora. Y para calibrar en toda su magnitud los dislates que contiene, basta confrontarlo con el del Movimiento Feminista de Madrid, el del feminismo “clásico” del que no quieren saber nada Irene Montero y compañía, un brillante alegato por la igualdad y por la construcción de una sociedad, de un mundo, donde sea posible.
Se insiste estos días, a la vista de los últimos rifirafes a cuenta de la chapucera ley del sólo sí es sí, de la ley Trans o del modo de abordar la prostitución, que el feminismo está dividido, pero no es verdad: el feminismo es el que es, y lo de Unidas Podemos no sólo es otra cosa, sino que con sus majaderías sobre la transexualidad y la sexualidad en general, sus atentados al idioma, su desprecio o ignorancia de lo masculino y su apuesta por la supervivencia de la abyecta explotación de las mujeres a las que denomina “trabajadoras sexuales”, distorsiona la imagen que del feminismo igualitarista, es decir, del feminismo, tiene la sociedad, que es la que, en su conjunto y transversalmente, ha de abrazar su causa.
Invito a la lectura del manifiesto que, con ocasión del Día de la Mujer, ha elaborado y difundido el Movimiento Feminista de Madrid, en el que, por cierto, se pide la dimisión de Irene Montero y se clama contra lo que llaman “borrado de las mujeres”, que si no es lo que pretende, sí lo que conseguirá esa Ley Trans podemita que establece que para ser mujer basta con “sentirse” mujer, disposición legal tan insólita como disparatada en un mundo, en una realidad, en que no basta “sentirse” algo para serlo de veras.
Si la cuestión, según Montero, Belarra, Rodríguez y la compaña, es “sentirse”, sintámonos: uno se siente indignado por el daño que ese feminismo ful hace a la causa de la igualdad plena y armónica entre hombres y mujeres, la más básica y esencial de las causas por las que merece la pena luchar. Uno mira el suplicio de las afganas, de las iraníes, de tantas y tantas mujeres brutalizadas en la Tierra, y luego mira a éstas que hacer leyes que benefician en la práctica a los terroristas sexuales, y se siente, cómo no sentirse uno, asqueado.