La estupidez es persistente

Mal asunto cuando la gente se desconecta de la realidad. Y es justamente lo que está ocurriendo con los políticos que representan a Europa.   
 

Durante mucho tiempo hemos interiorizado que lo que nos decía Europa era sagrado, irrefutable. ¡Lo dice Europa!  Y ahí se acababa el cuento. Era como si Europa fuera la vara de medir que marca la línea entre el bien y el mal.
 

En eso se parecía un poco a los antiguos partidos comunistas. Cuando un camarada no estaba de acuerdo con una medida y preguntaba quién la había ordenado como norma la respuesta era siempre la misma: “¡el Partido, camarada!” Y ahí terminaba la controversia. En ese sentido Europa también llegó a convertirse en algo así como una suerte de “Santísima Trinidad”.  
 

Pero Europa no es eso ni Bruselas el “sanctasanctórum” de algo que no se puede cuestionar.  Por tanto, existen dudas, mucho más allá de las razonables, para pensar si son acertadas las decisiones que hoy se toman en la capital belga. 
 

Dicen que la credibilidad cuesta años construirla, sin embargo, se destruye muy rápido. Y el descrédito europeo empezó cuando apareció el Covi-19. Hasta ese momento existía la idea, generalizada, de que las decisiones que venían de Europa eran siempre las correctas.   
 

Ese pensamiento hizo un daño significativo. Porque nos llevó a creer que los valores europeos, democráticos, políticos, morales, culturales, eran un referente para el mundo entero. Llegando a instalarse en el imaginario colectivo la descabellada idea de que los países que no pertenecían a la UE, aun siendo tan europeos como los que más, fueran considerados extraños. Aquello de “entrar en Europa” era como abrir las puertas del Paraíso. 
 

Por tanto, lo del “jardín” europeo, del señor Borrell, es parte de esa visión falsa, caduca y retorcida de la cual nos está costando Dios y ayuda salir. Pero no vamos a perder el tiempo aquí analizando tamaño disparate. La pregunta clave es ¿qué significa hoy Europa?  
 

Dijeron por activa y por pasiva que vivíamos en un espacio de paz (las guerras ocurridas en los Balcanes hace más de 20 años y ahora la de Ucrania dicen otra cosa), de solidaridad, de libertad, de democracia.
Narrativa que hoy se está cayendo a pedazos. Aunque lo peor de todo es que los políticos que fingen dirigir la desafinada orquesta europea son personas que nadie eligió. Al menos directamente.  
 

Hay gente que cree que si los partidos llamados progresistas tuvieran mando en plaza las cosas serían de otro modo, diferentes. Sin embargo, esa creencia no deja de ser una ilusión, un sueño. 
 

La razón por la cual nada cambiaría radica en que los países que pertenecen a la UE perdieron su soberanía nacional, la entregaron. Lo que quiere decir que gobierne quien gobierne está obligado a seguir el programa político-económico de Bruselas. 
 

Imaginemos por un momento que un partido progresista llega al gobierno y desea implantar un plan económico socialdemócrata, de la antigua socialdemocracia, enseguida se estrellaría contra un muro.
 

Al no existir soberanía nacional para tomar decisiones propias y depender de un centro, en este caso de Bruselas, ningún programa que contradiga a ese centro es viable para llegar a buen puerto. 
 

Lo que significa que el marco para poder gobernar es reducido, pues las políticas nacionales deben estar en armonía con la idea económica dominante. Idea que, por cierto, no contempla para nada la visión socialdemócrata de hace 30 años. Por tanto, mientras no aceptemos eso no estaremos entendiendo nada. 
 

Además, aunque algunos no quieran admitirlo, en la práctica la izquierda europea no existe. Ya no. La que hay es una izquierda descafeinada que ni siquiera se parece a la de otros lugares. 
 

Una cosa es lo que predican algunos y otra la realidad. Y la realidad está bajo el control del capitalismo financiero, el de casino, que no tiene nada que ver con el industrial, que es el que está marcando el paso a toda la clase política europea.   
 

Por sus frutos los conoceréis, reza la Biblia. Y los frutos a la vista están. Conscientes o no, los que deberían cuidar de aquello que tanto les preocupa, o eso es lo que dan a entender, no parece que sean unos consumados “patriotas” europeos.

La estupidez es persistente

Te puede interesar