Es imposible no sentirse sobrecogido por la magnitud de la tragedia provocada por los terroristas de Hamás en su ataque a Israel, salvo para algunos de los dirigentes de Sumar. Pero mas vale dejar a un lado su actitud mísera, aunque ahora estén intentando rectificar dando una de cal y otra de arena, diciendo que sí, que el ataque contra civiles es terrorismo pero que peor es lo de Israel... O sea que condenan con la boca pequeña lo que ha sido una autentica masacre en la que los terroristas no han dudado en cortar el cuello a niños, incluidos bebés. Si eso no es terrorismo, ya nos dirán lo que es.
Pero a pesar del dolor, lo importante es el futuro: ¿Qué hacer para lograr poner punto final a la violencia que desde hace décadas está instalada entre israelíes y palestinos? En mi opinión solo hay una solución: dos Estados. Israel y el Estado Palestino. Es decir dar marcha atrás y rescatar la resolución 181 aprobada por Naciones Unidas el 29 de noviembre de 1947 que abogaba por la formación de dos estados, un estado judío y otro árabe-palestino, y mantener Jerusalén y Belén bajo mandado internacional.
Para refrescar la memoria, recordemos que en 1947 Naciones Unidas puso en marcha un comité especial para estudiar el problema de palestinos y judíos, que se conocería por sus siglas UNSCOP. Y fue este comité el que propuso la partición que se concretó en la resolución 181 aprobada por Naciones Unidas con el voto favorable de Estados Unidos y de la Unión Soviética.
David Ben-Gurion aceptó la propuesta a pesar de que, el territorio que les ofrecían, era menor que el que se ofrecía a los palestinos. Pero el Alto Comité Árabe con el visto bueno de Siria, Arabia Saudí e Iraq rechazaron la división. Era todo o nada y en ese o todo o nada, se desencadenó la violencia que ha persistido hasta hoy pero que no ha impedido que Israel se haya consolidado como Estado. El paso del tiempo hace que ya no se pueda partir del mismo punto para la creación de esos dos Estados, pero sea cual sea el punto de partida, es, en mi opinión, la única solución.
Y es en lo que debería de trabajar la comunidad internacional si se quiere poner punto final al conflicto que tanta sangre y horror ha dejado a lo largo de las últimas décadas.
Naturalmente que no es una solución fácil porque evidentemente eso implica trazar fronteras y discutir en manos de quien se queda Jerusalén pero sin duda alguna la capital histórica de los judíos.