Despropósitos de Año Nuevo

Otro año más, que dicen las abuelas. Y con la llegada del Año Nuevo llegan los firmes propósitos que acompañan invariablemente las voluntades de todos nosotros. Después de días de atracones, mariscadas, el mítico pavo asado, mazapanes, roscones de vino, mantecados, vino, cavas y turrones, el humano medio ve su cinturón fuera de órbita, nota su hígado intentando escapar de su cuerpo como si fuera un Alien sobrecargado de transaminasas y decide que va a dejar de fumar (un clásico), dejar de beber (hasta que llega el día del vermú de Reyes, claro) y por supuesto, apuntarse a un gimnasio.


Está claro que yo me voy a apuntar a un gimnasio. El reto es hacer boxeo. Boxeo para señoras mayores, la nueva moda además de la marcha nórdica. Bueno, también pilates, yoga caliente (eso suena un poco perverso), Tai-chi y demás formas de ejercitarse que sirven para que las que ya tenemos una edad podamos aspirar a tener el cuerpo de JL, y por tanto a un marido alto, guapo y siempre de mal humor. Eso es el principal propósito, que el día dos de enero me llevará al lugar en cuestión con toda la determinación de los soldados en el desembarco de Normandía. La gracia estará cuando le empiece a comentar al entrenador todos los males y achaques que padezco después de 30 años trabajando sentada como Clarita la de Heidi. Que si hernias discales, discos protuberados o lo que quiera que sea eso, rodillas con artrosis que crujen como las de un personaje de Charles Dickens, un esguince mal curado y demás calamidades que se presentan de repente cuando empiezas a cumplir años y ves pasar el 4 camino del trabajo y te das cuenta de que ya no es cuestión de correr hacia la parada no sea que acabes en algún box de urgencias con la cadera más rota que un aficionado del Depor en los finales de liga de los últimos años.


En fin, amigo lector, mientras escribo estas líneas el relleno del pavo ya está listo y en un rato me dispondré a untar al pobre animalico con mantequilla y sal para honrar su fallecimiento con una buena receta a la americana. La dieta puede esperar al día dos de enero, ese día de ayunos intermitentes, resaca de alcoholes y de llamadas de gente a la que no ves durante meses pero acaban hablando contigo como la desembocadura de todo un Guadiana de buenos propósitos. El día de las promesas, entre las que yo aseguro la de ponerme a escribir mientras le doy golpes al saco, fortalezco el core, me alimento a base de caldito de pollo y puerros, bebo agua y tisanas y me despierto a las seis de la madrugada para hacer yoga y llegar al trabajo llena de energía positiva.


Y así año tras año el tiempo va pasando y llegamos al 2024. ¿Qué sorpresas nos deparará? Mi horóscopo dice que todo será un desastre, pero siempre hay que tener algo de esperanza. Feliz año a todos, amigos lectores. Arriba esa copa, que diría Lola Flores. Y a disfrutar, que son dos días. 

Despropósitos de Año Nuevo

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