Cuento de navidad

Hace unos días, un antiguo amigo de la infancia y juventud me recordaba algunas vivencias navideñas de aquellos años, como eran los villancicos que sonaban en la calle Real o que el día de Fin de Año nos dejaban salir de noche, por primera vez. Ya en mi casa, me vino a la mente el “Cuento de Navidad” de Charles Dickens, y yo, cual Ebanezer Scrooge –aunque no quisiera parecerme en nada a ese viejo avaro y mezquino– percibí el anuncio de la visita de los tres espíritus de la Navidad, como los que aparecen en el relato corto mencionado: del pasado, del presente y del futuro.


Comienzo con el espíritu de las Navidades pasadas. Ante mí, aparecieron aquellos recuerdos pretéritos, cuando llegaban a Ferrol los turroneros la zona de Levante, que alquilaban algún local vacío en la calle Real, y allí ponían, en el escaparte, aquellos dulces de sabores inimaginables. También las pastelerías locales, como Gascón o Ramos, elaboraban sus turrones artesanos, recordado, sobre todo, aquella famosa boa enrollada de mazapán, con sus saltones ojos de cristal. Recuerdo, ¡como no!, aquellas variadas cestas de navidad que llegaban a nuestra casa, como regalo de la empresa Bazán o las cajas de selectos lomos de bacalao de Pysbe, que yo, a escondidas, comía, en crudo, algunas tiras que arrancaba sigilosamente. Estaban deliciosas..


Éramos una familia muy numerosa, y era frecuente reunirnos en mi casa mas de cuarenta personas, niños incluidos y con mesa aparte, con villancicos, algarabía, y por supuesto, nada menos que seis cuñados en nuestra vida, que ya es decir. No puedo olvidar, la preocupación de mi madre, con respecto a la comida, que solía preguntarse, en voz alta: ¿...y llegará? Debo añadir que seguíamos comiendo aquellos manjares casi hasta Año Viejo… Recuerdo también, que ya jovencito, estrené mi primer smoking para acudir a mi primera fiesta de Fin de Año, en el Casino, con mis hermanas mayores… Evocaciones inolvidables.


El espíritu de la Navidad presente no tardó en presentarse, en forma de noticia de prensa. Se trataba de que muchos artesanos y comerciantes de Ferrolterra, pretendían participar en el mercadillo de Navidad, que animaba y daba vida al centro de Ferrol tras la crisis pandémica. La iniciativa nació del propio Concello, y éste parece que no dio el apoyo necesario a los posible participantes, a los que ahora se les pidió mas de 1.000 euros por el alquiler de los habitáculos, a los que se grava con un 10% de IVA, aunque incluyen los gastos de acometida eléctrica e iluminación. El Ayuntamiento, en principio, garantizaba la gratuidad de las reservas, pero estas condiciones se variaron y las tasas aplicadas por las empresas foráneas, propietarias de los habitáculos a adjudicar, son prohibitivas. Evidentemente los artesanos no se opusieron al pago de una tasa justa y adecuada, pero las ofertadas por las empresas madrileñas no son aceptables. Es cierto que en otras ciudades los precios son mas elevados, pero eso de prometer y no dar, no es de recibo. La Feria navideña, finalmente, ha sido suspendida.


Y la verdad es que no quiero esperar la visita del espíritu de las Navidades futuras. No quisiera ser pesimista, pero resulta que debieron de haberme apuntado al grupo de los perdedores. Por ello es mejor que el espíritu del futuro se quede en casa y que no nos adelante lo que pudiera suceder al año que viene, por estas fechas, a la vista del sombrío panorama bélico en Europa y en otras partes del mundo. Crispado y convulso, por razones políticas y sociales, en nuestro país. Y no me atrevo a vaticinar lo que pudiese ocurrir en Ferrol, aunque se vislumbre un cierto amanecer en las condiciones laborales y sociales de nuestra ciudad. Por ello, prefiero que el fantasma del futuro no se pronuncie y que no nos chafe la esperanza. ¿No os parece, amigos?

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