Podemos afirmar que desde la existencia del género humano y en la humanidad entera se dieron siempre y se siguen produciendo, positivos ejemplos de introspección equilibrada, mesura, ponderación..., y de todo lo contrario, siendo, seguramente, más notorios y más acusados y más dolientes..., estos ejemplos que dentro, o hacia fuera de sí, lleva a cabo el hombre, en hechos o manifestaciones diversas, con cargas agresivas, irrespetuosas, violentas de alguna manera..., que cuantos otros, de equilibrio, justo sopeso, oportuna ponderación..., pueda el pensante hacer o expresar.
Diríase, por generalizar, que lo desviado, lo desmesurado, lo hostil... destacan más que la correcta compostura. Y de ello, tenemos abundantes y continuados ejemplos en nuestros gobiernos y parlamentos sin ir más lejos, creo que lamentablemente.
Pero, no nos “rasguemos las vestiduras” que, como la expresión indica, no es ninguna novedad. Lo malo es que, como ya, en aquel entonces, no hay sonrojo, ni aparente culpa, ni, por ende, arrepentimiento.
Y es verdad, también, que una buena parte de nuestras sociedades, con o sin “lavado de cerebro”, se hallan, sino dentro, al borde del fanatismo ideológico, político, religioso y hasta futbolístico, por poner algunos ejemplos. Y creo, modestamente, que, por la aludida ausencia de ponderada compostura, se puede rayar o entrar a la transgresión, a la ruptura del equilibrio en la moral más positiva y la más acendrada ecuanimidad. Y la solución no es nada fácil, pues cada cual se cree en posesión de la verdad única y absoluta, “su verdad”, siendo poco menos que imposible “retirar el cristal de color” con el que cada uno podemos mirar y ver las cosas. De rey a paje.
Lo que en sus resultantes negativas de arrebato en la cordura y la sensatez, puede, al extremo, desembocar en espectáculos o hechos de lo más oprobioso, lamentable y triste..., como la realidad de verdad nos pone de manifiesto cada día, cada instante. Sobre todo en las sociedades que se dieron en llamar ¿avanzadas? siendo demostrado que también se “peca” de ausencia de la necesaria compostura, desde la jungla al Pdesierto y del altiplano a la umbría, de toda geografía.
Lo malo, además, de la falta de compostura, es que se transmite al medio, a lo próximo y a lo lejano. Y doy con los medios de comunicación al instante, mucho más.
Debemos, pues, todos, cuidar y buscar la compostura, por nuestro bien, el de nuestra familia, política, sociedad entera, evitando perniciosas contaminaciones nunca positivas y casi siempre dañinas