En un primaveral 25 de abril, como el de hoy, de la lejana primavera del 74 y bajo los sones de la emblemática y prohibida canción de Zeca Alfonso, «Grândola Vila Morena», y el tierno designio de un rojo clavel. Recién alzado y depositado con infinita ternura y grandísima esperanza, por una esperanzada Celeste Martins Caeiro, en los cañones de los fusiles de sus soldados, el ejército portugués iniciaba una de las más hermosas y románticas de las revoluciones que había de dar al traste con una dictadura de más de 40 años y abrir a este pueblo las puertas de la democracia y la libertad.
La popular y escondida contraseña fue la enseña de un nuevo tiempo, de una nueva realidad que supo expresar una voluntad que ha de ser imperecedera entre los hombres, la fraternidad: «Grândola, vila morena/Terra da fraternidade/ O povo é quem máis ordena/ Em cada esquina um amigo/em cada rosto igualdade/A sombra duma azinheira/Que já nôa sabia a idade/jurei ter por campanheira/Grândola a tua vontade/Grândola a tua vontade/».
Claveles y versos para iluminar un sueño de libertad que al margen de los designios del tiempo, aún alienta hoy los fanales del futuro de este pueblo que lleva inscrito en el desatino de su historia una de las páginas más envidiadas de esta Europa conservadora y exquisita en el arte de la indiferencia.
Las utopías no son sino horizontes inagotables que hemos de ir alcanzando y ganando a la luz de las revoluciones perdidas.