Eramos pocos y el sistema financiero mundial se ha tambaleado estos días. Puede que el susto aún dure, a pesar de que la Corporación Federal de Seguros de Depósitos de Estados Unidos decidió el pasado viernes intervenir el Silicon Valley Bank (SVB). Sin embargo, el riesgo no ha terminado ni mucho menos. Los expertos aseguran que el banco en suspensión de pagos tiene entre sus clientes a numerosas empresas del sector tecnológico, decenas de startups y el capital riesgo más de 100.000 millones.
Veremos en los próximos días si las bolsas logran parar la sangría desde que se anunciaran los problemas de la entidad financiera estadounidense. Quizás, dicen algunos expertos, este era el cisne negro que se esperaba en los parqués. Las bolsas estaban actuando, sobre todo las europeas, de una forma incomprensible a la luz de las decisiones sobre los tipos de interés de los bancos centrales para frenar la inflación. De hecho, se teme que el riesgo de caída esté aún en torno al 5%. Otro elemento que hace temer que lo peor aún no ha pasado es el “índice del miedo” que ha vuelto estos días a la zona de peligro. Lo que sí parece del todo descartado, y en ello se han afanado las autoridades en negar, es cualquier parecido con la crisis financiera desatada por la quiebra de Lehman Brothers.
Como consecuencia de los problemas del SVB tampoco se sabe a ciencia cierta que pasará con la política de los bancos centrales de seguir subiendo los tipos de interés para frenar la escalada de los precios. Una situación que se está rebelando muy complicada tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea. Hace unos días conocíamos que el IPC de Alemania en febrero se situaba en el 9,3% y que en España ayer mismo el INE bajaba una décima el IPC adelantado de febrero quedando en el 6%, mientras subía la inflación subyacente hasta el 7,6%, niveles que no se veían desde 1986. Y lo peor, los alimentos subieron un 16,6%, tasas no vistas desde 1994. No parece que las decisiones del BCE estén teniendo el efecto deseado, ni siquiera que pasará ahora tras el varapalo del SVB, aunque tampoco ayudan las decisiones de gasto público que Sánchez está tomando y que tienen a todas luces un marcado carácter electoralista.