El barrunto es sencillo con tan solo palpar lo que respira el personal de a pie y sin la sigla en la frente, e incluso en algunos casos aún teniéndola: el aborrecimiento a Sánchez y a quienes le hacen los coros. De parecer inmune y perdonarle todas los engaños, traiciones y mentiras a no pasarle una ni aunque no lo sea. Se ha visto con nitidez en las elecciones municipales. En multitud de lugares se ha ido a degüello contra ellos y ahí esta la clave de la pérdida de capitales de provincia y grandes ciudades empezando por Sevilla, siguiendo por Valladolid, pasando por Toledo y rematando en el Puertollano de la portavoz del Gobierno donde se les “pasaron” tres mil votos que supusieron también la pérdida de la Diputación mientras Page si los logró para mantener Castilla-La Mancha.
El vuelco favorable al PP en las municipales, de perder por millón y medio de votos a ganar por 750.000, pasara ahora del verbo a la carne, visualizado en cada cambio de vara de alcalde. Tiene mucho que ver en ello la gran caída y corrida desde Ciudadanos aunque hubo también daños en el votante socialista. Pero menores de lo que ya empieza a aflorar ahora cuando ya la cosa pasa de votar a un vecino para el ayuntamiento que hacerlo para quien duerme en el colchón-trono de la Moncloa. Y quienes, en medio de la derrota se autoconsolaban con pastillas Tezanos, olvidando que si el castigo por delegación había sido duro cuando tuvieran al culpable delante iba a ser mucho peor todavía, podían irse bajando del guindo. Porque ya los han empezado a bajar y con tozudez las encuestas. Los tres puntos de distancia se han convertido en nueve según el que más acierta y en ocho en los cicateros. La otra milonga, la de trasplantar el porcentaje de Vox de locales a generales y dejarlos en menos de la mitad de los votos, tiene también muy poco sustento. Aunque ciertamente los de Abascal están en baja y perdiendo escaños, también ahí muerde Feijoo, mantienen un suelo bastante solido. Y si lo juntamos todos pues queda lo que era obvio: que la derrota sanchista en las municipales, amen de dura, huele a preludio y peor de la que le viene, que ya no tiene apellido sino nombre propio. De hecho sus propios y compulsivos actos así lo delatan. El colocar a todos y cada uno de sus ministros, arrimados, derrotados, decaídos y hasta cesados en las listas para asegurarles escaño y sueldo semeja un mucho a asignación masiva de agujero en el cementerio de elefantes. Suena bastante a descuento anticipado de ponerse a salvo de la derrota. Su comité federal, que viene a ser ahora cohorte pretoriana, lo aprobó todo a la búlgara pero el cabreo por los territorios es de los que no se pasan y se cobran en cuanto hay ocasión. Y esta llega a un mes visto. Se sostiene, aunque a duras penas, en la linea de los 100 escaños, aunque no faltan sondeos que ya se la rebajan y las sumas, aunque haya que hacerlas con diablos de todos los infiernos, eso ya lo hizo antes y nadie duda que lo haría sin pestañear si le da la cifra, el problema es que no llegan. Pero es su única esperanza. Al menos la que aún parece no alejada del todo y que supone que tiene al alcance. Para eso cuenta con Yolanda Diaz que ha logrado, tras degollar a quienes la auparon, convertirse en la reina del akelarre de la ultraizquierda. Van juntos y revueltos todos, pero lo de unidos es peor que un sarcasmo, y eso no parece que sirva para entusiasmar el voto sino más bien para quedarse en casa. Queda un mes y pico. La foto fija de las encuestas no solo se mantiene favorable a la derecha sino que aumenta distancia. Pero esta no es, ni mucho menos, insuperable.