a galería Vilaseco ofrece la muestra “La huella del tiempo” de Amparo de la Sota (Madrid, 1963), que inició su andadura expositiva en 2005; expuso en bienales, en varias ediciones de “Contextile de Guimaraes”, y en numerosas exposiciones colectivas, destacando, entre estas últimas, “Laberintos y texturas” 2021), en la galería Artur Ramón de Barcelona. Hija de padres artistas, en su ambiente familiar aprendió a valorar la belleza de lo cotidiano y heredó de su madre, pintora, el amor por los tejidos, al ver como ella transformaba los lienzos en vestimentas. Otro influjo importante fue el de los grafismos y geometrías de Paul Klee, cuya obra conoció en una exposición cuando tenía catorce años. Sintió, así, la necesidad de unir los dos mundos: el del arte y el de la costura y los bordados; cambió el lápiz y el pincel por el hilo y la aguja y utilizó como soporte las sábanas y manteles antiguos heredados de su madre, abuela y bisabuela. Sus puntadas sustituyeron a las pinceladas y con ellas se hizo dueña de un alfabeto propio y singular, con el que recoge, de algún modo, el fluir de la vida y busca garabatear las marcas y huellas que esta va dejando en su transcurrir. Dice que siempre le ha gustado la lentitud del trabajo textil:”La repetición de ese movimiento es, para mí, una suerte de meditación”. Entre las obras expuestas hay que destacar una gran tela o sábana de lino que cuelga del techo, en cuya parte superior ha creado una banda de 16 líneas donde ha bordado unos setenta participios de verbos que aluden a estados de ánimo, como “encerrada”, enredada, “atrapada”..., dejando debajo un espacio vacío con estrellas esparcidas. Sobre otra tela colgada ha bordado, en el haz, un círculo formado por un amasijo de líneas negras formadas por la letra A que lleva en el vértice un puntito rojo; esto se traduce, en las puntadas del envés, en una concentración de líneas quebradas que sugieren la idea de ritmo repetido .De la construcción de formas líneas y planos por medio de la repetición habla una pieza de lino color café, en la que el elemento que se repite es un pequeño cuadrado de color rojizo, con una puntito oscuro al centro; con ello crea un cuadro abstracto formado por dos bandas laterales que acogen un centro vacío hacia el que alzan dos altos pináculos en forma de M. De las posibilidades infinitas del arte combinatorio da fe la obra en la que ha enfrentado dos planos configurados por la repetición de dos triángulos enfrentados, en cuyo interior ha dibujado un punto. Hay también pequeñas servilletas, tapetes y recortes de telas que abren las compuertas de la inacabable variedad de combinaciones que permiten unos pocos elementos repetidos. Singular es un cuadro donde enmarca una especie de alfombra bordada con una espesa maraña de líneas ondulantes que son como agitadas ondas o tortuosos caminos. Todo el quehacer de esta artista -según ella confiesa- es como “...meditar, sentir el discurrir del tiempo.. enfrascarse en la puntada, ver... como va configurando formas que no se parecen a nada”.