Antonia, Pilar, Ramón, Domitila y José tienen algo que los ha unido, posiblemente para siempre, como es la soledad. Ellos son solo algunos de los usuarios del comedor social Río Xuvia, el primero de los cinco que había antes de la pandemia y que abrió sus puertas en septiembre del año pasado, cumpliendo así uno de los compromisos adquiridos por el alcalde, José Manuel Rey Varela, para los 100 primeros días de su mandato. Su compromiso pasa también por seguir ampliando los centros.
El servicio arrancó con veinte plazas, destinadas todas para personas empadronadas en Ferrol que vivan solas y no superen los 18.000 euros anuales de renta. Requisitos que cumplen los cinco protagonistas de esta historia.
Todos coinciden en señalar que la reapertura del comedor ha supuesto para ellos “un antes y un después”, como asegura Pilar Freire. Como el resto de sus compañeros hace frente a algo “muy difícil con lo que nos toca lidiar a todos, como es vivir solos. Yo estoy pasando por un problema de salud que me lleva del centro médico al hospital muy a menudo y todo eso debo hacerlo sola, y es muy triste y difícil, pero aquí tengo a mis compañeros de batallas que me escuchan, nos hacemos mucha compañía todos”, afirma.
De hecho si alguien falta a la cita con la comida enseguida se intenta contactar con la persona en cuestión para saber que todo va bien. “Somos una pequeña familia”, explica José Juan González, de 73 años, que es un poco el que “pasa lista” y da la voz de alarma ante cualquier ausencia.
Pilar es la usuaria más antigua. “Yo ya venía antes de la pandemia, cuando lo cerraron y he vuelto ahora. La primera vez me apunté porque un trabajador que me veía pasar por la calle me animó a venir, y fue lo mejor que pude haber hecho, por aquel entonces estaba muy triste por la pérdida de mi marido y si no fuera por el comedor no sé que habría sido de mí”, asevera.
Ramón Ibáñez, también viudo, destacaba la importancia que tiene el comedor social para gente como él. “Aquí no solo disfrutamos de un menú saludable, venir nos obliga a salir de la rutina, a dejar la casa por unas horas, yo para mí solo no tenía ganas ni de cocinar, me hacía cualquier cosa, esto es lo mejor que he podido hacer”, subraya.
Domitila Freire también añade que, además de volver a las cinco de la tarde para jugar a la brisca o el tute todos juntos, se apuntan a las actividades que van conociendo. “Aquí te enteras de lo que hay y nos apuntamos a lo que podemos”. Antonia Liñeiro, por su parte, precisa que se echa de menos “un bailecito de vez en cuando”.
Del servicio, su personal y la concejala de Benestar Social solo tienen palabras de agradecimiento a todos los usuarios por haber restablecido el servicio. “A estas edades, no sentirse solo es lo mejor que nos puede pasar”, afirma Antonia Liñeiro, que además de compañía ha encontrado en el comedor algo muy especial, el amor de su compañero de tute, y de baile –cuando se organicen–, José J. González. Dicho lo cual, en el comedor Río Xuvia se come rico y bueno, se quiere bien y además se combate la soledad.