María cumple 107 años, ¿Quieres conocer su historia?

María, cumple hoy 107 en plenitud de facultades y mucho ánimo por seguir cumpliendo y aprendiendo de la vida
María cumple 107 años, ¿Quieres conocer su historia?
María Quintas, durante su charla con Diario de Ferrol FOTO: J. MEIS

María Quintas, “sin tilde”, como ella misma precisa, es una de las inquilinas de la Residencia de Mayores de Caranza y hoy está de cumpleaños. No es un cumpleaños cualquiera, “me caen solo 107”, bromea. Eso sí, se encuentra muy bien y en sus planes está seguir sumando. “He visto en la tele que hay muchos más mayores que yo, a ver si llegamos a 120”, asevera. 


Explica la directora de la residencia, Cristina Ocampo, que “el año pasado al cumplir 106 le pregunté si quería contar su historia y me dijo que no, que no había motivo para hacer alarde”. Por fortuna, en esta ocasión, sí ha querido compartir parte de su larga historia de vida renunciando a esa discreción que la define. “Nunca fui yo de esas que alardean de nada, no tuve mucho de que presumir en la vida pero sí que conocí a mucha gente que hablaba de tener esto y lo otro y después en su casa les faltaba lo más básico”, afirma. 


Asegura María que no hay secretos para esa casi eterna juventud –imposible adivinar que cuenta 107 años cuando estás frente a ella–. Sostiene que no conoció a nadie tan longevo en su familia. “Mi madre murió con 84 y su hermana con 89, yo ya supero a mi tía en casi 20 años, no creo que haya hecho nada diferente a otras personas. He trabajado mucho, eso sí, y puede que tenga que ver, y tal vez sigo aun aquí porque Dios se ha olvidado de llamarme”, bromea. 

 

Un par de caídas motivadas por su falta de visión obligaron a María de depender en cierto modo de sus sobrinos. “La convivencia no era sencilla  y la mejor solución fue venir a una residencia. Aquí estoy genial, están todos muy pendientes, son gente maravillosa, aquí me moriré y es un buen sitio”. No obstante, es completamente autónoma y solo se ayuda de un andador en sus desplazamientos porque teme tropezar debido a sus problemas de vista, el único achaque del paso del tiempo que ha hecho mella en ella, obligándola a dejar su pisito de A Coruña que con tanto esfuerzo pagó en aquellos años tan duros del siglo pasado. “Hoy está mi sobrino viviendo allí, pero a mi no me gusta ir, me da pena ver cómo lo han cambiado, ya no parece mi casa y prefiero no verlo”. Sostiene que le gusta mucho comer, “tengo buen diente”, dice. Prefiere la carne al pescado y no le hace ascos a un choricito curado de su tierra, esa que abandonó siendo niña. “El pan me ha gustado mucho, ahora como poco, en casa me ponía a comerlo mientras cocinaba y cuando llegaba la hora de comer ya no tenia hambre”, rememora.


Contrariamente a lo que pudiera parecer, su vida no ha sido un camino de rosas. Nació en “Ginzo de la Costa”, –se refiere a su lugar de nacimiento en castellano como era costumbre en su infancia– una localidad situada en el Concello ouresano de Maseda, en el año 1917, en una familia de tres hermanos. Lamentablemente su padre murió joven, cuando ella solo tenía siete años, aquello supuso la separación de los hermanos entre familia paterna y materna. 

 

Con 12 años sus tías la mandaron a servir a una casa en A Coruña, una familia con 12 hijos, uno por cada año de María. “No fue fácil, había muchísimo trabajo, los hijos no hacían nada y la señora no me quería, decía que yo no iba a  poder con todo... al poco tiempo me fui a trabajar a una pensión, pero como nadie paraba mucho por aquella casa volvieron a llevarme con ellos. Estuve allí 15 años sin parar de trabajar ni un  día, pero la patrona nunca estaba conforme y decidí dejarlo, para entonces los hijos ya se habían casado casi todos, cuatro fallecieron, el trabajo ya no era el mismo”, recuerda. No obstante, seguiría vinculada a esta familia, pues al poco la contrataron en uno de sus hoteles, en La Provinciana. “Seguí trabajando de sol a sol, haciendo de todo, cosiendo, planchando, arreglando habitaciones, ayudando en cocina, yo allí hice siempre de todo”.  En aquellos años siguió aprendiendo mucho. “No fui a la escuela pero ni falta que me hizo, porque conocí a muchos universitarios y gente que se suponía de bien que venían por el hotel con menos educación que gente como yo. También he conocido mucha gente buena, más buena que mala en todos estos años”. 

 

Recuerda con tal nitidez su vida que asegura que al igual que cualquier otra persona, el tiempo también le ha pasado rápido pese a tratarse de 107 años. De todo este tiempo se queda con su familia y lo que la vida le ha enseñado. En los últimos tiempos, convencida por la directora de la residencia, también se ha animado a participar en las excursiones del centro. "No quería ir, porque para lo que veo qué hago yo visitando sitios, pero bueno, al final me han convencido y lo he pasado bien", sostiene.


Si hay algo que define a María Quintas es que no soporta la hipocresía. “No me gusta esta gente que se pasa el día quejándose y no es capaz de decir las cosas a la cara. Aquí más de uno se queja de la comida o de otra cosa y si viene la directora y les pregunta dicen que todo está perfecto. Yo no valgo para eso”. No obstante, sostiene que la vida también le ha enseñado a callar cuando es necesario. “A veces es mejor no ser sincero, tienes que saber bien a quién tienes enfrente para saber si es preciso decir la verdad o no”. También recuerda con cierta amargura lo que le costó aprender a leer. “Me apuntaba a muchos cursos pero no tenía tiempo. Una profesora me dijo una vez, María, te estas gastando el dinero y nunca vienes. Fue muy honrada, al final lo dejé”. Por fortuna un curso dominical organizado por los franciscanos le permitió aprender a leer el único ratito que tenía libre los domingos. "Me sentí tan bien pudiendo leer, fue una gran alegría, fruto de un gran esfuerzo". Agradece a la iglesia lo que le han dado y por eso pasó mucho tiempo haciendo labor social. "Yo me ofrecí a ayudar, porque ayuda siempre hacía falta en la organización. Me preguntaron que qué quería hacer y yo les dije que lo que no quisieran hacer los demás, así que me tocó ir casa por casa cobrando recibos, eso no lo quería hacer nadie. Me recorrí toda A Coruña, que conozco como la palma de mi mano. Así estuve muchos años tras dejar el hotel, no podía estar sin hacer nada, ahora sí, he aprendido a vivir de otra forma", explica.

 

Asegura que no tuvo ocasión de formar una familia. “¿Y cuándo?, trabajaba de sol a sol y cuando dejé de trabajar ya no estaba en edad de casarme ni formar una familia”. Eso si, afirma que “nunca estuve sola, siempre tuve a quien atender, a mi madre primero, mi hermana (se quedó viuda con niños pequeños) y sus hijos después... Eso si, a veces me sentí más sola cuando estaba acompañada que el tiempo que pasé sola en mi casa”.  Recuerda que algún pretendiente tuvo, le propusieron incluso tener hijos, pero no matrimonio serio, y “un hijo de soltera no quise tenerlo, porque yo odiaba las etiquetas y no había hijo de soltera al que no se refirieran como eso, hijo de una soltera, al fin y al cabo no tuve hijos propios pero como si los tuviera". Dejó el hotel con 52 años, cuando ya llevaba trabajando cuatro décadas. "Ya no podía con mi alma, entre el trabajo y atender a mi madre no podía más, la verdad es que la Seguridad Social no ha de estar muy contenta conmigo", bromea sobre los años que lleva cobrando su pequeña pensión.

 

En cuanto al dinero, nunca tuvo mucho. "Siempre envíaba casi todo lo que tenía a mi familia, yo no gastaba nada en aquellos primeros años, solo trabajaba". Recuerda que "en los últimos tiempos, viviendo ya en mi piso, nunca gasté más de 100 euros al mes, con eso me administraba y nunca, nunca gastaba lo que no tenía, eso sí que no". 

 

De aquellos años trabajando en el hotel se queda con muchas grandes personas a las que conoció y de las que "aprendí mucho". También recuerda a muchos jóvenes que trabajaban como maleteros o haciendo otras labores y que fueron llamados a filas cuando estalló la Guerra Civil. "Tenía casi veinte años, claro que recuerdo muy bien aquella época, el miedo y la incertidumbre, el silencio en las calles.... Muchos jóvenes que trabajaban con nosotros no regresaron del frente, conocí a unos cuantos que murieron en el "Mallorca", fue muy triste aquella época, pero como otras tantas que nos tocó vivir". 

 

Explica que desde que se pudo votar siempre ejerció su derecho, aunque no cree ya ni en partidos ni en políticos. “Los políticos son todos iguales”. Asegura que en su larga vida con quien más cambios y evolución percibió fue con Franco, “pero claro, todo estaba tan mal que lo que hizo se notó mucho en aquella época, empezamos a tener carreteras, pantanos, transportes...”. Sobre la situación actual considera que "es un circo, yo creo que a Sánchez le queda poco ya...".

 


No se queja ni por la visión que ha ido perdiendo y que no le permite disfrutar de las bonitas vistas de la ría que tienen desde la residencia. “Un día en la calle Real de A Coruña escuché a una mujer ciega explicar a otra que le preguntaba por su ceguera y si ésta era de nacimiento, ella le decía que no, y que era afortunada porque al menos pudo ver por un tiempo. Eso me hizo pensar, como tantas otras cosas, y tal vez por ello no me quejo por tonterías. Perdí algo de vista con 107 años, pues bueno, como dirían muchos, dónde hay que firmar para llegar así a mi edad".  Se lamenta más María porque últimamente le está fallando el móvil, que utiliza habitualmente, y hasta la pequeña radio con la que se entretiene en su cuarto se ha estropeado. “Le he dicho a mi sobrina, pero la pobre no tiene tiempo”. Seguro que María tiene más que merecido que por su 107 cumpleaños alguien de cuantos la quieren y conocen le regalen una nueva radio. Un honor poder contar una pequeña parte de su gran historia. 

 

SUS FRASES

 

La Seguridad Social no ha de estar muy contenta conmigo, llevo jubilada desde 1969, cuando tenía 52 años y tras cuarenta años de duro trabajo....ya no podía con mi alma....

 

No tuve ocasión de formar una familia pero nunca estuve sola, siempre tuve a quien atender, mi madre, mi hermana, mis sobrinos... ahora ya solo me ocupo de mí

 

Salvo alguna caída por la pérdida de visión no he estado enferma nunca. Tomo tres pastillas por la mañana, una para el colesterol, el hierro y, desde hace unos meses, otra para el corazón

María cumple 107 años, ¿Quieres conocer su historia?

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