Julián Abad, creativo publicitario con más de 30 años de experiencia, defiende Ferrol como un oriundo, y eso pese a que nació en Madrid y solo lleva unos años viviendo en la urbe naval, donde ya es uno más.

Como muchos ferrolanos, cree que ésta todavía es una ciudad por descubrir y considera que tiene un potencial inmenso que permanece oculto. “Ferrol sigue mostrando postales de lo que es pero sin concepto. Claro que hay playas bonitas, excelente gastronomía; pero todo eso hay que unirlo en un concepto potente que tire de la ciudad”. 

"Ferrol posee algo que no tienen los demás, pero tiene muchas cosas que tienen todos y hasta ahora no se ha sabido mostrar aquello que hace a esta urbe diferente del resto”, aprecia este profesional de la publicidad, insistiendo en que todavía no se ha acometido esa gran campaña publicitaria, “y con gran no quiero decir que haya que invertir una cantidad ingente de dinero, sino comunicar ese gran concepto asociado a Ferrol”, asevera.

Para este profesional, un ejemplo de una buena acción promocional es el briefing “Andalusian crush”, una campaña de promoción turística elaborada por Ogilvy para Turismo de Andalucía, en la que han sabido plasmar lo que realmente hace de esa tierra algo genuino. Pues eso es básicamente lo que este experto entiende que les ha faltado hasta la fecha a las campañas publicitaras que se han hecho para promocionar esta ciudad, que como indica tiene un poco de todo.
 

Quién dijo "feo"

Julián Abad cree que algo se está haciendo mal cuando la gente llega a la urbe y se sorprende con lo que se encuentra aquí. “A mí me visitan amigos o familiares y todos sin excepción acaban diciéndome que ellos pensaban que Ferrol era una ciudad poco agraciada y vinculada a los astilleros y el ámbito naval, y se llevan una muy grata sorpresa”, indica. 

Es por eso que, añade, “me sorprende mucho que no se haya vendido hasta ahora Ferrol como se merece, solo hay que dar con el concepto potente que anime a la gente a venir aquí convencidos y atraídos previamente por su encanto.... lo que no se puede es ir a Fitur, por ejemplo, vendiendo planos de la película Rapa y decir que Ferrol es un destino de cine, la ciudad merece mucho más”, asevera este profesional que lleva ya cinco años viviendo aquí y sigue descubriendo cosas maravillosas cada día.

Abad, que también preside la asociación Creatividade Galega desde el 2020 (salió reelegido el año pasado tres anualidades más), fue el principal impulsor de que la entrega de los Premios El Paraguas aterrizaran en Ferrol tras su paso por Ourense, “me siento tremendamente orgulloso y satisfecho cuando muchas de las personas que llegan al evento, algunos de puntos tan próximos como Coruña o Santiago, se vayan encantados con la ciudad y lo que se han encontrado aquí, tan cerca de sus casas en un lugar que, muy probablemente, no tenían intención de venir a conocer”, afirma.

Con respecto a su papel como presidente de la asociación que aglutina a las agencias de publicidad gallegas (dos de ellas de Ferrol), el cofundador de Wise sostiene que “queda mucho trabajo por hacer en cuestiones como remar todos en la misma dirección, que no es otra que la dignificar la profesión”. Cabe precisar que en todo este tiempo que él lleva al frente de la entidad ha triplicado el número de asociados y ha promovido iniciativas como el primer manifiesto sobre la remuneración, los concursos y la retribución de su tiempo y trabajo.

Tiene muy claro que el fruto de su esfuerzo y trabajo tiene que plasmarse en una marca, que constituye en sí misma el gran éxito de una campaña publicitaria o de marketing. “Una marca no se construye subiendo publicaciones a Facebook o Instagram y subiendo cuatro post, se elabora con valores que se asocien a ello, es algo que tiene pendiente Ferrol; necesita su propia marca y una vez se tenga es preciso que ésta perdure en el tiempo”.

Sobre cuál es el la virtud que ha de tener un buen publicista Julián Abad no vacila, “un buen profesional de la publicidad debe tener la capacidad de observar, las ideas surgen cuando uno ya ha recargado su cerebro fruto de esa observación”. 

En su caso, afirma, se convirtió en un gran observador desde los 14 años y hasta que se sacó la carrera, cuando ayudaba a su padre en el negocio que regentaba en Móstoles. “Un bar de barrio como aquel era un auténtico club de frikis y observaba a cada cliente, sus gustos, manías, cómo había que tratar a este y al otro, entraban por la puerta y ya tenías claro cómo debías actuar, fue una gran escuela, sin duda, allí me hice el gran observador que soy hoy”, concluye.