J. Sabín | “El covid casi me mata, ahora me toca vivir con múltiples secuelas pero no pienso tirar la toalla”

J. Sabín | “El covid casi me mata, ahora me toca vivir con múltiples secuelas pero no pienso tirar la toalla”
Un grupo de facultativos atendiendo a un paciente en la planta covid del hospital Marcide | aec

Hace dos años que el coronavirus llegó para cambiarlo todo, nuestra forma de vida, el modo en que nos relacionamos; también surgieron miedos, temores, desconfianza, incertidumbre y junto a todo ello, de la mano, vinieron también las críticas, los enfrentamientos, las quejas, protestas, hastío, cansancio, un “totum revolutum” al que se sumaron las anheladas vacunas, que llegaron para tratar de acabar con la pandemia, un final que parece estar lejos de vislumbrarse todavía, lo que contribuye a prolongar el clima de incertidumbre y de miedo que ha traído esta crisis sanitaria.
 
Inmersos en la sexta ola de la pandemia y con una explosión de nuevos contagios (más de 4.000 personas pasan estos días la enfermedad en el Área Sanitaria de Ferrol) el covid ha contagiado hasta la fecha a 19.792 personas en la comarca. Asimismo, en este tiempo se ha llevado por delante la vida de 242 personas.

Los que han pasado la enfermedad de forma leve son mayoría, no obstante, no son pocos los que se han contagiado y lo han pasado mal. Algunos, como Jesús Sabín Arnoso (Fene, 1964) deben hacer frente además a las importantes secuelas que la enfermedad les ha dejado. Él es una de esas personas a las que se les ha diagnosticado covid persistente tras sufrir covid.

Su odisea empezó hace casi un año, en febrero de 2021, cuando su jefe le llamó para informarle de que uno de sus compañeros de trabajo había dado positivo. “Lo nuestro era una lotería, usábamos nuestra mascarilla, guantes, gafas, pero estábamos en contacto directo con una media de 400 personas al día, teníamos muchas papeletas de que nos tocara esta enfermedad y así fue, días después de mi compañero yo también di positivo; en total nos contagiamos entonces cuatro personas, dos pasaron la enfermedad en casa y otros dos tuvimos que pasar por el hospital”, recuerda.


J.S: No pienso dejar mis rutas, prefiero aparecer tirado en una cuneta que morir en el sillón de casa, parado sin hacer nada 



En su caso sostiene que se puso muy mal porque “esperé demasiado, me faltaba el aire y aún así esperé en casa a ver si la cosa mejoraba, no mejoró”. Cuando ingresó, el 1 de febrero, se fue directo a la UCI e inmediatamente lo intubaron. “Me dijeron, estás muy mal, tenía el oxígeno en sangre por debajo de 65, y ya es malo tenerlo por debajo de 90. También tenía arritmias y neumonía, así que la cosa pintaba muy mal. Desperté seis días después, rodeado de máquinas, para mí no había pasado el tiempo, pero los cables y una herida en la cabeza decían lo contrario”, rememora Jesús. Explica que entonces le contaron lo que le había ocurrido, que había tenido una trombosis yugular que casi le cuesta la vida, aunque logró salir adelante.

“Algunos doctores llegaron a decirme que no contaban con que superara la enfermedad, que mi actitud fue fundamental para salir adelante, y es que fue ver aquellos cables y me dije, de aquí tienes que salir Jesús, y lo hice, veinte días después me daban el alta y aquí sigo”. Casi un año después y pese a no llevar una vida fácil, su actitud sigue siendo la misma, positiva, pese a que “cada día es una aventura, los efectos secundarios son impredecibles”, sostiene.

Y es que Sabín dejó el Marcide dando positivo todavía en covid, y luego llegarían los problemas asociados a la importante neumonía que sufrió y todavía padece así como a la trombosis. “Me quedo sin visión, a veces también me falta la voz, no puedo respirar ni salir a la calle en días soleados porque empiezo a toser sin parar y lo paso fatal, se me agarrota una mano de vez en cuando y no sabemos el motivo y seguro que vendrá alguna cosa más, ya que esto es algo impredecible”, asegura Padín. Este explica que si el hecho de conocer su historia “hace que alguna persona que no se cuida demasiado lo haga, para mí habrá valido la pena, es muy duro cuando veo gente que no se cuida, pudiendo hacerlo. Esta enfermedad es muy complicada, llevo un año de lucha y me dicen que, como mínimo, me quedan dos años para que mis pulmones, que quedaron destrozados, se recuperen algo”, apunta. Sobre este asunto añade que estos días le han hecho las pruebas de la neumonía “y de cinco solo superé dos, así que la recuperación promete ser lenta”, dice.



C.G: Tras pasar el covid y mi ingreso en la UCI vivo la vida sin temores, salvo a esta puñetera enfermedad, claro 




Pese a todo, no pierde Sabín la ilusión por sus otras pasiones, la música y salir a la montaña, a caminar. “La gaita no puedo tocarla pero ya empecé a ensayar con mi grupo ‘Ponte ó rejo’, ahora con el tambor, claro, y no dejo de caminar, salí del hospital y me dije, ‘de aquí al fin del mundo’, y ya he ido, a Fisterra claro, pero ya he hecho cuatro rutas del Camino de Santiago y no pienso parar, pese a que la enfermedad a veces me lo pone muy difícil, pero no soy de quedarme en casa, prefiero aparecer en una cuneta que morir en el sofá de mi casa, quieto, sin hacer nada”, afirma.

Pese a que su caso fue uno de los complicados, con su vida pendiendo de un hilo y unas secuelas importantes, se queda Julio Sabín con el cariño de la gente. “Desperté y tenía tantos mensajes en el móvil que era imposible responder a todos, la gente se ha portado muy bien conmigo, no digamos los médicos y enfermeras a los que tengo tanto que agradecer y no quiero dejar pasar la oportunidad de destacar su profesionalidad, de diez no, de once, una gente maravillosa. También tiene palabras de agradecimiento Julio para muchos de sus vecinos, “que como saben que me gusta caminar –no puede hacerlo solo– no lo han dudado y se han unido a mis rutas, en las que están pendientes de mí en todo momento”. Así, con todo, le agradece al virus que haya puesto a tanta gente buena en su camino, permitiéndole forjar nuevas y profundas amistades. Asegura que también le quiere agradecer a esta pandemia aquellos momentos de cuarentena “cuando salía a la terraza de mi casa para hacer sonar la gaita a las ocho de la tarde, no puedo olvidar el cariño de la gente y como con tan poco pude hacer felices a tantas personas, me quedo con eso también”.



J.F: Empecé con fiebre en noviembre, solo me hacían PCR, no fue covid y cuando ingresé 15 días después lo hice grave 



Además, recuerda con dolor los días ingresado en los que estuvo consciente, “ya que lo que me tocó vivir allí no fue fácil, con gente a tu lado a la que se le iba la vida, más jóvenes y fuertes que tú, fue muy duro, y también la soledad que se experimenta en esos momentos”. Aun así lamenta no haber cruzado datos con el último compañero de habitación, “era un párroco de Caranza”, recuerda. Asegura que le ayudó en lo que pudo pero cuando le dijeron que se iba para casa no se acordó de nada más que de “marcharme de allí”. Ahora confía en que a aquel hombre le fuera todo bien y tuviera la misma suerte que el de volver a su casa.

El covid también le ha servido a Carlos García, vecino de Neda nacido en los años 70, para enfrentarse a la vida de otro modo. “Desde que pasé el coronavirus vivo la vida de otro modo, a tope, podría decirse que sin miedo a nada, salvo a esta enfermedad claro, el covid es muy duro, de un día para otro acaba contigo, yo en horas acabé en la UCI y no llegaron a intubarme de milagro”, recuerda.




Daños colaterales



Esta pandemia ha hecho y sigue haciendo daño también de forma indirecta. Jorge F., vecino de Fene, también se vio afectado por el coronavirus sin llegar a padecer la enfermedad.

Él fue uno de tantos a los que el sistema sanitario le falló en esta crisis sanitaria. “Yo empecé en noviembre de 2019, en plena explosión de la pandemia, con fiebre, vómitos y diarrea. Llevaba varios días sin ir a trabajar porque se había suspendido la actividad y sin apenas contacto con nadie, de ahí que lo primero que pensé es que no podía ser covid. Lamentablemente, mi médico no pensó lo mismo”. Asegura que llamó a su doctor de cabecera en el centro de salud de Fene, al que todavía no conoce en persona pese a llevar más de un año de baja, y que siempre le mandaban hacerse una prueba de detección del covid. Los días fueron pasando y su problema fue a más. Finalmente, tras varios negativos en covid se fue al Marcide de Urgencias, donde volvieron a hacerle otra PCR y una placa de tórax. “Me miraron y dijeron que debía tener una fuerte gastroenteritis, así que me mandaron para casa de nuevo pero la fiebre persistía”.

Una semana después, más de quince días desde que empezó la fiebre, volvió al Marcide y quedó ingresado pues ya le detectaron una fuerte infección que afectó gravemente a su hígado y a la circulación sanguínea de su intestino. “A mi familia les explicaron que estaba grave, que la infección era muy grande y estaba extendida y había dañado parte del intestino; hoy sigo medicándome contra la trombosis que sufrí por una infección sin tratar a tiempo que un año después no sé que la provocó, ni ellos (los médicos) tampoco”, asegura. l

J. Sabín | “El covid casi me mata, ahora me toca vivir con múltiples secuelas pero no pienso tirar la toalla”

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