O cese de Villar Ponte (CXIX)

O cese de Villar Ponte (CXIX)
Diario de Ferrol-2018-12-02-014-6bad0520


Non obstante, seméllame proba evidente de que esa non debeu ser a causa da saída de Villar Ponte do Concello coruñés o feito de que asistise á sesión municipal da seguinte semana. Segundo recollía El Orzán, de 26 de marzo, no epígrafe “Felicitaciones”, da súa información do pleno do día anterior, “En el Ayuntamiento / La sesión de ayer”, a corporación, a “petición del señor Villar Ponte”, acordara “felicitar a los artistas señores Sotomayor y Cantón por haber sido condecorados”.
Xa na semana seguinte, o 31 de marzo, como xa tamén dixen, a corporación municipal dimitiu en pleno. Dado que estaba composta por 36 concelleiros de “elección popular” e segundo o novo Estatuto municipal debían ser 28 de “elección popular” e 9 corporativos, sobraban 8, tal e como facía saber a prensa diaria.
Curiosamente, un dos novos edís foi Eugenio Carré Aldao, adscrito á comisión de Instrución pública á que pertencera Villar Ponte. A curiosidade radica en que, lembremos, Carré fora un dos implicados na substitución de Villar Ponte á fronte d’A Nosa Terra nos días finais de 1921, acontecemento que tería influencia na ruptura das Irmandades da Fala dalgúns meses despois.
Sobre os cambios de munícipes, dicía El Orzán, de 5 de abril, “En el Ayuntamiento / La sesión de ayer”, que no pleno se dera conta “de las comunicaciones del gobernador civil fijando los concejales que cesan y designando los nuevos corporativos”.
Catro meses despois, no fragor da dura batalla -como sabemos chegou a ter que intervir censorialmente a autoridade militar- entre os diarios vigueses Galicia e El Pueblo Gallego, o propio Villar Ponte deixounos algúns apuntamentos de como vira o seu paso pola corporación municipal coruñesa, deixando, como habemos ver, algunha referencia á súa saída dela.
El Pueblo Gallego, do martes 5 de agosto,  publicaba o editorial “La mueca heroica”, outro máis dirixido contra o diario, tamén vigués, Galicia, deses que preocupaban ás autoridades. 
Galicia acusara El Pueblo Gallego de que algúns accionistas desa anónima empresa ocupasen posto no Concello de Vigo, feito no que, segundo o editorialista, non levaban a máis mínima razón. Pola contra, Galicia, dicía o editorial:
“tiene muy bien colocados en este momento a sus principales colaboradores, a los que dan la nota y la orientación en el periódico: el uno es conceal en la ciudad herculina, el otro diputado provincial en Pontevedra, el de más allá trasplantó su irreductible y grande autoridad galleguista a la Diputación orensana. ¿De qué quejarse pues? ¿Qué más quieren?”.
Cinco días despois, o 10 de agosto, Villar Ponte daba á luz, na súa columna de Galicia, “Por si soy yo el colaborador de la ciudad herculina ‘colocado políticamente’”, para dar resposta ás “veladas” alusións críticas á súa persoa, ademais das de Losada Diéguez e Vicente Risco, doadamente identificables.
Comezaba a columna defendendo tanto a súa honorabilidade como a dos outros dous aludidos:
“Se alude en un diario de Vigo a algunos colaboradores de GALICIA, manifestando que están bien ‘colocados políticamente’. Dice que uno de esos colaboradores vive en La Coruña, otro en Orense y otro en Pontevedra. Sospecho que el colaborador coruñés, a quien se alude, soy yo. Sospecho también quenes puedan ser los colaboradores orensano y pontevedrés a los que pretende ‘acariciar’ el colega. Y por si mis sospechas se confirman, hago por adelantado esta declaración: que me honra sobremanera ir en tan buena compañía de censurados. Para mí lo importante en los hombres es su conducta moral, su pergeño ético. Y esta conducta y este pergeño en el colaborador pontevedrés de GALICIA, en el colaborador orensano y en el colaborador de la ciudad herculina, bien pudieran ponerse de modelo en una antología de honorables. Se trata de caballeros sin miedo y sin tacha. Se trata de Señores -así, con ese mayúscula- que antes de estar ‘bien colocados políticamente’ supieron agenciarse un medio de vida perfectamente rectilíneo y distorneado, obra de su propio y único esfuerzo, tan equidistante de todo roce con la picaresca como las estrellas de la tierra.
Definir es limitar; pero es también, en muchos casos, el modo mejor de jerarquizar. Y a la hora de ahora, si se tratase de hacer en Galicia una escala de jerarquías de orden moral y ético, entre cuantos de una u otra manera vivimos comunicándonos con el público, el colaborador orensano, el colaborador pontevedrés y el colaborador de la ciudad herculina, seríamos, desgraciadamente, de los pocos con opción a un puesto en dicha escala”.
Á marxe do que cadaquén poida pensar daquel seu transitorio colaboracionismo cunha ditadura militar, non hai dúbida que Villar Ponte podía dicir sobrado de razón que os aludidos en El Pueblo Gallego eran “Señores -así, con ese mayúscula-” que, antes de estar, supostamente, ben colocados políticamente, acadaran medios de vida perfectamente rectilíneos obra do seu propio e único esforzo. Xa quixeran poder dicir iso moitos dos actuais políticos.
Acto seguido, e logo de manifestar que con esas palabras iniciais non tivera intención de censurar ninguén:
“Y ya dicho esto, que no envuelve censura para nadie, ni aún para los que, al parecer, quisieron censurarnos a nosotros sin motivo, creyendo que cada cual debe defenderse a sí mismo, vamos a intentar nuestra propia defensa”
comezaba a facer a mesma:
“El colaborador de GALICIA, no es concejal de la ciudad herculina. Lo fué unos días solamente. Pasó de modo tan fugaz y tan forzado por el municipio coruñés que ya se olvidaba de ese paso, de ese que nosotros reconocemos mal paso y del que nos hemos arrepentido a tiempo. Pudimos estar ‘bien colocados políticamente’, pero no lo estamos. Y pudimos estarlo porque se nos diera una tenencia de alcaldía y la presidencia de la Junta local de Instrucción, lo que implicaba el derecho a formar parte de la Comisión permanente del Concejo, con arreglo al nuevo Estatuto municipal. Sin embargo renunciamos a la mano de D.ª Leonor. Y antes de renunciar dimos la única nota radical que se podía dar entonces, como ahora, en el Ayuntamiento. Casados con otras ideas, por eterno lazo, no quisimos divorciarnos de ellas. Demostramos, claramente, que no vivimos para el arrivismo. Y si unos días, unos pocos días, hemos sido concejales con un régimen al que nunca dimos trato de amigo -nuestras crónicas de Cataluña, nuestras crónicas de América, nuestras crónicas de Madrid, nuestras crónicas de Portugal y Galicia lo prueban- por un motivo noble, que reconocemos constituyó una equivocación lamentable, ha sido. Creimos nosotros, como lo creyeron otros amigos nuestros afiliados al agrarismo, que el partido agrario en los municipios rurales de la provincia ganaría mucho en orden a la justicia y a la consideración, por parte de los gobernantes, de aceptar nosotros, miembros de la directiva de la Federación provincial, los puestos de concejales para los que se nos indicara. Hacíamos un gran beneficio en aras del posible progreso de la ciudadanía. Pero al ver que el sacrificio era estéril, o demasiado grande en relación con los pocos beneficios obtenidos por nuestros correligionarios, rectificamos enseguida, mediante la renuncia del cargo, que se nos antojaba una cruz, el triste yerro cometido.
Muchos años de lucha y de estudio constante de las realidades gallegas nos llevaron a esta conclusión: que mientras el campo no conquiste la ciudadanía, todos los idealismos transcendentes que propugnamos los nacionalistas quedarán relegados a ejercicios intelectuales. Y como creimos en un momento, en un momento tan solo, que aquella conquista o la preparaciónpara aquella conquista podía efectuarse dentro de los moldes de lo vigente, tratamos de ayudarla. ¿Que nos equivocamos? Cuando la equivocación se muestra tan diáfana como la nuestra, no hay nada de que avergonzarse. Ello, en todo caso, queda reducido a un punto de torpeza que obedeció a un impulso nobilísimo. Y estamos donde estábamos. Preocupándonos de Galicia a toda hora. Poniendo en nuestro hogar, en nuestra pluma, en todos nuestros actos, reflejos vivos del ideal que nos ilumina.
Quizás no nos fuera difícil empapar de acre ironía este artículo. Pero preferimos hacerlo blanco, ingenuo, limpio. Aunque hace calor, no queremos ponernos en mangas de camisa”.
Finalizaba con estas palabras:
“decimos con orgullo que toda nuestra vida la consagramos a la lucha por ideales y empresas nobles, y que no tememos la lucha, que a veces puso en trance de grave peligro nuestra existencia. No somos provocadores, pero estamos también muy lejos de ser de los que e resignan a ser provocados y molestados”.
Respecto ao cese no Concello, penso que do dito polo interfecto se desprende que non foi un feito puntual o que motivou a súa “renuncia del cargo”, alén de que esa non foi tan “enseguida”, senón nos días inmediatos á renovación da corporación.
Malia o ton empregado por Villar Ponte, que non semella agresivo, aos dous días tiña a resposta na rúa.

O cese de Villar Ponte (CXIX)

Te puede interesar