Hay que acercarse al Cantón de Ferrol para darse cuenta del enorme deterioro que sufren diversos monumentos que conforman el que debiera ser un jardín romántico lleno de buen gusto, y que además tiene una formación arbórea singular, en forma de dos alineaciones de plátanos de paseo, que nos remonta a la época de la Ilustración y a la primera alameda pública de Galicia. Pero la pena por el estado de esta zona verde, se incrementa ahora al contemplar el deterioro sufrido por un hermoso pavimento, cercano al edículo formado por la ¿pajarera?, y situado entre dos abandonados estanques: la Rosa de los Vientos.
En una ciudad que dice estar muy vinculada al mar, es de esperar la presencia, en alguno de sus parques y jardines, de este símbolo marinero. La polícroma Rosa de los Vientos del Cantón, de la cual desconozco cuándo fue colocada en el lugar que ocupa, indica, como no puede ser de otra forma, la dirección del Norte geográfico de una ciudad que aún no ha encontrado su norte. Especialmente si nos acercamos a ella y comprobamos que no es ajena al deterioro del que debía de ser elegante jardín.
Las agujas que indican los puntos cardinales están rotas y desconchadas, uno de los bordes de su perímetro está igualmente perdiendo trozos de su simbólico pavimento sin que nadie haga nada para salvarlo y, al otro lado de este perímetro, un ciprés de los pantanos, que tiene todo el derecho del mundo a crecer, la está invadiendo y cubriendo sin que el servicio de Parques y Jardines tampoco haga nada para controlar la situación. La Rosa de los Vientos de Ferrol, convertida en símbolo de lo que continúa pasando en nuestra ciudad: destrucción, abandono, mal gusto y deterioro.
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