Los niños de Narón ya tienen dónde aprender todo lo que no está en los libros

Danza, escritura, música o cocina, actividades que complementan el desarrollo de los más pequeños
Los niños de Narón ya tienen dónde aprender todo lo que no está en los libros
Un instante de una clase en CompArte I JORGE MEIS

El desarrollo de la personalidad, la inculcación de valores y el aprendizaje no se limitan a los colegios. Esta es una premisa más que conocida a estas alturas pero que, en ocasiones, no contempla la totalidad de disciplinas con las que se pueden fomentar este tipo de cuestiones, más que relevantes en los más pequeños y en los que ya no lo son tanto.


Es más, en algunos casos, el mundo artístico queda relegado a un segundo plano: a las extraescolares. La pintura, la danza, la escritura o la música son disciplinas que ayudan a fomentar todo tipo de aptitudes que niñas y niños podrán aprovechar en un futuro y con un atractivo muy particular, y es que al ser elegidas por ellos mismos gozan de un status superior dentro de su quehacer diario.

 

1 Los instrumentos del RockShcool Center


Jesús Felpeto es docente por partida doble, por las mañanas se entrega a Lengua y Literatura en las aulas que, por la tarde, se convierten en un estallido de ritmos y pasión.


La RockSchool Center, presente tanto en Narón como en Ferrol, cuenta con unos 400 alumnos, aproximadamente, y en sus instalaciones se hace mucho más que tocar, componer y solfear. Entre estas dinámicas, en las que se fomenta el amor por la música, uno de los pilares esenciales es “la sensibilidad y la creatividad”, explica el profesor.

 

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Alumnos en las instalaciones de la RockSchool Center en Narón I JORGE MEIS 


El cuarto arte, una constante en el día a día aunque pueda pasar desapercibida, permite mejorar en cuestiones como “dar la cara ante un público”, expone Felpeto en referencia a las actuaciones que se programan desde el centro, y esto, a futuro, “es algo a lo que también te tienes que enfrentar en unas oposiciones o durante un proceso de selección laboral”.


Esta escuela tiene una peculiaridad, y es que sus clases de canto también son “online”. En ellas toman parte diferentes colectivos, entre los que se encuentra un grupo de personas con ataxia. En este sentido, Felpeto destaca el “impacto positivo que tiene la música en procesos de deterioro cognitivo”. De hecho, se deja ver en otras problemáticas, como es el bullying, ya que las víctimas “encuentran un espacio en el que se valora lo que hacen, ayudando a la autoestima, pero también gente con sus mismos gustos, lo que les permite crear una tribu”, expone.

 

2 CompArte, comunidad intergeneracional


Esta presencia colectiva también se da en el mundo del baile. Cati Barro, directora de la escuela de danza CompArte, destaca que en su espacio se crean “comunidades intergeneracionales, en las que se rompen un poco los prejuicios y rutinas, ya que hay clases en las que la diferencia de edad es de 20 años”, expone.
Además de los trabajos diarios en los diferentes grupos –separados por edades–, el centro apuesta por las mezclas, creando agrupaciones de trabajo en las que los diferentes miembros “aportan todo tipo de experiencias, lo que provoca unas sinergias muy buenas que pueden acabar derivando en amistades”. Y, en contra de la tónica dominante social, las diferencias se ponen en valor, ya que “muchas pueden no compartir la forma de ver la vida debido a su procedencia, creencias o situación económica, pero estas quedan a un lado y gana la empatía, la expresión o el crecimiento personal”.


Al igual que los ritmos, se comparte con la escuela de música el desarrollo de valores como la disciplina, ya que “el esfuerzo o la perseverancia son constantes. El trabajo diario no se ve recompensado de manera inmediata”, añade Barro, poniendo el foco en la importancia de “aprender de cero y tener paciencia”, asevera. 


En este sentido, desde el punto de vista estrictamente académico, CompArte recuerda que “la educación física se reduce, en las escuelas, a la motricidad y aquí se va un paso más allá. Se conecta cuerpo y mente, trabajando lo físico unido a la expresión, el crecimiento personal mediante actos como, por ejemplo, saber estar quietos”, algo realmente complicado incluso para los más mayores, pero que sin duda tiene un valor en la vida adulta.


Cuestiones simples que, a fin de cuentas, es necesario transmitir pero que no siempre se sabe encontrar una forma atractiva para un público tan exigente.

 

3 Marga Carballo apuesta por jugar escribiendo


Fomentar hábitos es una parte esencial de la educación, y para ello “se necesita encontrar una motivación” que provoque que germine la curiosidad en los más pequeños.


A pesar de que la escritura pueda parecer estática, Marga Carballo ha dado con la clave para hacer de esta una herramienta creativa y gustosa. Lo hace mediante “ritmos y movimiento”, dándole una vuelta a lo ya asentado y, por ello, en este negocio “las letras no se escriben, se dibujan” y surgen estampas.

 

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Una sesión de aprendizaje en la academia de Marga Carballo I CEDIDA


Mediante relaciones y juegos ha creado una dinámica que permite que “los niños aprendan en movimiento, que es lo que más les gusta” y, así, desde una edad temprana, pueden tomar parte en actividades que, más tarde, les permitan llegar a fomentar la escritura creativa. 


Con esto, no solo se redescubren los cuentos más conocidos de la literatura, a los que los participantes les dan un nuevo principio o final, sino también se refuerza la capacidad analítica, de síntesis, o de desarrollo, “cuestiones que les van a ser de ayuda a lo largo de su vida educativa y sus carreras profesionales”.
De forma inmediata, Carballo explica que este trabajo de lectoescritura puede ser un impulsor en otras materias ya que “¿cómo vamos a resolver un problema de matemáticas si no lo entendemos?”.

 

4 Ilusionarte, educación transversal en verano


El crecimiento, físico y personal, no entiende de tiempos, y tampoco es esta una cuestión que afecte al aprendizaje. 


Asun Álvarez lleva casi tres décadas trabajando con niños y en su empresa, Ilusionarte, proponen una serie de actividades para la temporada estival que permiten continuar con el desarrollo de los más pequeños. Las “Mañanas creativas” son unas jornadas que de lunes a viernes – entre las 7.30 y las 15.00 horas– trabajan diferentes campos con una temática común.


“Podemos dedicar una semana, por ejemplo, a las abejas”, explica Álvarez, que divide la semana en propuestas en las que se trabaja el reciclaje, la cocina o los experimentos científicos con el mundo apícola, lo que se traduce en que “los niños y niñas llegan a conocer de manera profunda cuestiones como la polinización”, expone, “y sin darse siquiera cuenta”, asegura. 

 

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Asun Álvarez, al frente del negocio I JORGE MEIS


Con la idea de generar “un verano diferente”, en esta propuesta se dan cita niños entre 3 y 12 años. Agrupados por edades en la mayoría de las actividades, convergen todos juntos en ciertas ocasiones lo que provoca que, según Álvarez, “los más mayores acepten el sentido de la responsabilidad en relación con los más pequeños, adaptando su forma de trabajar. Esto ayuda en cuestiones como la autoestima, ya que a ellos les resulta increíblemente satisfactorio sentirse útiles”.


En este sentido, recalca que esta idea de conocer de “una forma más amena” supone un trabajo previo, en el que los monitores del espacio tienen que conocer a los participantes para que, a fin de cuentas, “ellos descubran nuevas habilidades”, ya que durante  estas sesiones “se despierta la curiosidad” en disciplinas que van más allá de las típicas extraescolares y, además, “se interiorizan conocimientos de una forma dinámica”, por lo que los más pequeños “no se dan cuenta de que, realmente, están estudiando”, explica.
 

Propuestas como estas, ponen el foco en el futuro de las nuevas generaciones, eso sí, con un trabajo que comienza ya. 

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