LA Ley de la Memoria Histórica y su desarrollo y aplicación son asuntos de extrema delicadeza. Por un lado está el riesgo de quedarse cortos en la restitución de los agravios cometidos y por otro, el peligro de que el efecto rebote lleve a cometer injusticias y pasadas de frenada. Ayer, el colectivo de presos políticos de Ferrol compareció para pedir la retirada de cerca de medio centenar de símbolos de una realidad que fue y que no va a cambiar. Pero escuchando sus historias, como la de ese profesor encarcelado que fue despedido por absentismo laboral, se entiende que pidan comprensión.