Están los coruñeses que disfrutan de las terrazas en cuanto se presenta la ocasión y los que las consideran el enemigo mortal del peatón. A los miembros de este segundo grupo se les reconoce por el ceño fruncido y el murmullo entre dientes cuando pasan junto a las mesas. Que si ocupan la acera, que si el suelo queda sucio, que si generan ruido... Igual es que no las han probado bien, como decía aquel anuncio de tónica de los ochenta.