Será por aquello de que la memoria es selectiva que ya no nos acordamos de lo que era tener precaución con el contagio de virus. Ajenos y propios. Esto es, ser conscientes de que toserle al de al lado en la cara es darle una entrada de primera fila para una infección respiratoria y prodigar besos y abrazos es llamar al desastre, por más que nos intentemos convencer de que por un ratito de contacto no pasa nada. Pasa, pasa. Y lo sabemos. Pero se ve que ‘hemos venido a jugar, Mayra’ y por eso hace muchos meses que no nos calzamos una mascarilla y muchos meses más que abandonamos la costumbre de desinfectarnos las manos. Eso sí, ahora las tenemos tersas y suaves, que el gel hidroalcohólico como rutina de belleza cutánea era regular. La cosa es que tanto relajo, mejor dicho, tanta vuelta a la normalidad está llenando las Urgencias de los centros sanitarios. El Chuac lleva una semana con más de medio millar de consultas diarias en este servicio y las hospitalizaciones no paran de subir. A ver si de propósito de Año Nuevo se nos ocurre recuperar la prudencia.