Vale que el Deportivo no llega al nivel de pupas de, por ejemplo, el Atlético de Madrid –los que tienen más de veinte años saben de lo que hablamos– pero tampoco es, precisamente, el más afortunado en lo que a ironías del destino se refiere. En realidad, no es que haya sido exactamente cosa del azar lo que ha pasado con la formación de los grupos de Primera RFEF, pero igual de mala leche... Así se entendería que los blanquiazules vuelvan a cruzar su camino con el Fuenlabrada, ese nombre que ya no se puede pronunciar en A Coruña sin torcer el gesto. Todavía están muy frescas en la memoria las afrentas del club madrileño, de LaLiga en general y Tebas en particular y de todo el que tuviera algo que ver con aquel despropósito de hace dos temporadas. Tal como pintan las cosas de las casualidades, las carambolas y los imposibles últimamente, lo que faltaba era que el Deportivo acabase jugándose una plaza para optar al ascenso con el Fuenlabrada como rival directo y que en el banquillo mesetario estuviese Rubén de la Barrera. Por si acaso, vamos a decirlo en alto para espantar el meigallo.