Los vecinos de la ferrolana San Francisco acabarán pidiendo ayudas para teñirse las canas. No ganan para sustos. Cuando no es un edificio que amenaza con venirse abajo son unos restos arqueológicos que paralizan sus vidas o un plazo que les cuelga como la espada de Damocles. Ahora ha sido un colector que se ha ido de madre en el momento menos oportuno y que los ha tenido toda la noche ocupados en achicar agua, en prestarse bidones para cocinar y en evitar que sus locales se inundasen. Cada vez son menos los que confían en el ancestral poder antimeigas de los ajos. Pero por si acaso...