Un Museo Nacional de la Fotografía, ya

Hace muchas décadas que la fotografía demostró que es un arte que interpreta la realidad y la transforma en imágenes y que así debía ser considerada y tratada. Hace mucho también que la fotografía dejó de ser únicamente una mirada imparcial a la realidad, para convertirse, con el nacimiento del fotoperiodismo, en un documento histórico único y relevante, en una denuncia ética y social, en una mirada personal, nueva y diferente de la realidad.


Ojalá cuaje finalmente lo que ya ha anunciado Pedro Sánchez: la creación de un Centro Nacional de Fotografía en Soria, una vieja reivindicación de los mejores fotógrafos españoles que estuvo a punto de convertirse en realidad hace catorce años en el mismo lugar, pero que fracasó por el escaso interés real que han mostrado siempre nuestros políticos --los de derechas más, pero los de izquierdas, también-- por la cultura. Solo hay cuatro países en Europa que no disponen de un centro similar: Malta, Chipre, Rumanía... y España. Eso lo dice todo.


Rescatar, acercar su espléndida obra a los más jóvenes y poner en valor los viejos archivos de tantos grandes fotógrafos españoles ya desaparecidos –Francesc Catalá-Roca, Xavier Miserachs, Oriol Maspons, Francisco Ontañón, el nunca olvidado Enrique Meneses, Leopoldo Pomés, Agustí Centelles, Ortiz Echagüe, Alberto Schommer y tantos otros– y la divulgación y conservación de los españoles que hoy están en la Champions League de la Fotografía –Cristina García Rodero, Chema Madoz, Isabel Muñoz, Ramón Masats, Colita, Javier Valhonrat, Ouka Lele, Gervasio Sánchez. Cristina de Middel, Carlos Pérez Siquier, Berta Vicente, Tino Soriano, Marisa Flórez, Chema Conesa, Emilio Morenati y tantos otros– tiene que ser un objetivo cultural de primer orden.


Sin la fotografía y la imagen no se puede entender hoy ni la realidad ni la cultura españolas. Sin los fotoperiodistas españoles que han arriesgado su vida en muchos lugares del mundo, y en algunas ocasiones la han perdido --es imprescindible seguir recordando a Juantxu Rodríguez, Luis Valtueña, Miguel Gil, Julio Fuentes, José Couso, Julio Anguita Parrado, Ricardo Ortega, David Beriain--, sin sus denuncias gráficas, ciertas e incontestables, las víctimas, los olvidados del mundo, los desheredados de la vida no tendrían ni siquiera ese pequeño derecho a que se conozca la verdad, un mínimo derecho a la justicia. Gracias a los códigos visuales irrepetibles, únicos de las fotografías, por ejemplo, de la gran Cristina Rodero, España y el mundo se explican de una manera diferente.


Tiene que nacer ya ese Centro Nacional o Museo, de la Fotografía. Pero tiene que hacerlo bien. Con medios y recursos suficientes, con gestores alejados de la política y cercanos a este arte, sin favoritismos, con actividades imaginativas, con una red nacional que mueva esos archivos y esas fotografías y ponga al alcance de todos los ciudadanos la memoria de un país, de una sociedad, de las grandezas y las miserias de que somos capaces, vistas desde el prisma de esos grandes profesionales que son los fotógrafos, periodistas con mayúsculas que hacen arte puro, esencial, radical.


Arte que enseña, que denuncia, que grita, que expone la realidad y lo que hay detrás de ella. Que ese espacio relevante de la Fotografía llegue pronto. Cuanto antes.

Un Museo Nacional de la Fotografía, ya

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