Qué abrazos, qué aplausos, qué sonrisas que asomaban por debajo de las mascarillas... Si no fuera por que nadie descorchó una botella de champán habría sido difícil distinguir el Congreso del podio de un Gran Premio de motociclismo. Socialistas y podemitas –pero sobre todo socialistas– se sentían ganadores al comprobar que sus Presupuestos Generales del Estado superaban el intento de PP, Vox y Ciudadanos por tumbarlos. Es verdad que la ocasión merecía un par de hurras. Pero tampoco una alegría desbordada, porque aunque ERC, PNV y EH Bildu han apoyado las cuentas en este primer examen ya han avisado de que no es más que un gesto de buena voluntad mientras siguen negociando. Y le dicen al Gobierno a las claras que se sienten poco queridos y quieren cariñito. Que ya está bien de ser sus pagafantas. En resumen, que Pedro Sánchez y compañía tienen que dejarse de palmaditas en la espalda a sí mismos y medir bien sus afectos y sus fuerzas. Para aprobar los Presupuestos y para llegar con aire al final de la legislatura.