Las tramas civiles del independentismo, que en 2017 perpetraron un golpe al Estado, quieren tomar la calle este fin de semana, aprovechando la significación de las fechas. La del 1 de octubre, cuatro años después del referéndum ilegal, y la abominable fecha del 3 de octubre, que en los salmos separatistas aparece en negro (discurso del Rey, en defensa del orden constitucional).
La Asamblea Nacional de Cataluña (ANC) y Ómnium Cultural (OC), empeñadas en mantener viva la declinante pasión por la república catalana “¡que no existe, imbécil!, como dijo aquel mosso d’esquadra en pleno uso de sus facultades mentales, han convocado todo tipo de actos callejeros en distintos puntos de Cataluña que esperan coronar con una gran concentración final en Barcelona el domingo, día 3.
Este viernes, día 1, se llevan los actos a la localidad francesa de Illa, en la “Cataluña norte”, en homenaje al papel que desempeñó en la compra, almacenaje y distribución de las urnas del referéndum ilegal. El domingo, día 3, cuatro años después del mentado discurso de Felipe VI, se evocará la huelga general convocada por las fuerzas soberanistas aquel mismo día de 2017. Y entre ambas jornadas para el sábado, 2 de octubre, se anuncias tres marchas entre distintas localidades catalanes, además de una “conferencia nacional antirrepresiva”
ANC explica así la motivación de estos actos: “reivindicar el referéndum del primero de octubre, reconocer el papel de los Paisos Catalans, reconocer todos los rincones del país que aguantaron los ataques de la policía española y la guardia civil, y homenajear a los represaliados por el 1-O y todas las movilizaciones posteriores”.
Una retórica que se agota en sí misma si misma si no viene acompañada de hechos. Las vísperas no vienen sobradas de elementos motivantes para una incontenible erupción de independentismo. En el Parlament, el tridente ERC-JxCat-Cup aparece más dividido que nunca. Ni siquiera se han puesto de acuerdo para respaldar la celebración de un referéndum a fecha fija. Cup dijo sí, Junts dijo no y ERC se abstuvo.
Los síntomas de la desinflamación independentista no acaban ahí. Véase como la reciente detención de Carles Puigdemont, que amenazaba con patear el tablero de la política catalana, e incluso la nacional, ha sido política y mediáticamente devorada por el volcán de La Palma y las cosas de comer (pensiones, ERTE, salario mínimo, alquileres), mientras que el presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, durante el reciente debate sobre política general en el Parlament, redoblaba su apuesta por mantener el diálogo con el Gobierno con la mira puesta no tanto en la instauración de una república independiente sino en mejorar las condiciones de vida de los catalanes.