Feminista, nigeriano, fascista

En un ejercicio de contorsionismo de nivel Champions League, la alcaldesa socialista de Gijón ha decidido acabar con las fiestas taurinas en su ciudad y no por su cariño a los animales, tampoco como respuesta a una demanda mayoritaria de sus vecinos, a los que no consultó ni tampoco por terminar con una tradición que algunos analfabetos asocian al franquismo.


Tomó la decisión por los nombres de los morlacos que, según esta iluminada alcaldesa, sobrepasaban el límite de lo permisible. Diré que además de arbitraria y nada democrática decisión será cara para los gijoneses que habrán de hacer frente a una importante indemnización al empresario que tiene, legalmente otorgada, la concesión de la plaza. Los toros son “bautizados” en base al nombre de la vaca que inicia una “saga” y los nombres de estos toros tienen sus raíces desde hace más de cuarenta años, otros hermanos ya se llamaron así antes de la corrida de Gijón y nunca antes hubo lugar a reacciones tan virulentas. Es más, recuerdo toros llamados “Español”, “Catalán”, “Blanquito” o “Revoltoso” sin que por ello nadie asociara su nombre a la muerte de un español, un catalán o un racista, ni mucho menos a un revolucionario.


Son nombres que responden a otras causas mucho más nobles o sencillamente a un cuidador que atendía a la vaca en su primer parto. Sin más. Pero hay que ver que fina tiene la piel la izquierda cuando le interesa y como desliza un velo de blanqueamiento sobre cualquier tropelía que protagoniza la propia izquierda o sus amigos. Se ofende porque se llame un toro feminista, pero tiene facilidad para llamar “fascista” a un ser humano por llevar un pin con la bandera de España y acto seguido pueden también llamar “gente de paz” a terroristas condenados.


Todo lo que no le gusta a la izquierda es fascismo, desde su pretendida superioridad moral ellos se han otorgado el poder de repartir carnets, según su propio criterio, de buenos y malos y no se te ocurra llevarles la contraria porque pasas a ser fascista en cuestión de segundos. Ni saben de toros ni tampoco lo que es un fascista porque, si lo supieran, se cuidarían mucho de adjetivar así a nadie más allá de Hitler y sus seguidores.


Fíjense que ni tan siquiera se atreve esta izquierda acomplejada a llamar fascistas a los Talibanes, los que 

lapidan a mujeres “infieles” y pretenden exterminar a todo aquel que no cumpla la ley de Corán. Ejemplos tenemos muchos y muy recientes y van desde las torres gemelas hasta la estación de Atocha, pasando por asesinatos a quemarropa por no cumplir las exigencias de su credo. En Francia mataron a unos dibujantes por hacer caricaturas de Alá.


Pero no, la izquierda más asilvestrada no se escandaliza por estas cosas, es más fácil denostar a los católicos. Me gustaría ver a algunas mujeres asaltando un altar de una mezquita con los pechos al aire allí, en Afganistán o, sencillamente intentando abrir una iglesia católica en su país. En Occidente todo es más fácil y mucho menos arriesgado. En Afganistán les imponen el burka a las mujeres, aquí parece que nos han puesto una venda en los ojos y da la impresión de que la aceptamos.

Feminista, nigeriano, fascista

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