La agonía de un enfermo es esa última y desesperada lucha por aferrarse a la vida. Cuando el cuerpo no aguanta más, sobreviene la muerte. El Deportivo ha dejado ya de ser un enfermo agónico y, ahora mismo, camina directa e irremisiblemente hacia su defunción. Por mucho que los jugadores hablen de que aún hay margen, la realidad es que, cada jornada, sobre el césped, demuestran que son un cuerpo sin cerebro y, lo que es peor, sin corazón. No es que no sientan los colores, pero lo hacen de otra manera. Mientras esto sucede en el terreno de juego, la directiva se mantiene agazapada, sin dar señales de vida, sin explicar los motivos de esta debacle (no hay que olvidar que el Depor tiene el sexto presupuesto de la categoría) ni sin dar señales de que es capaz de enmendar el rumbo. Y, tal vez lo más triste, la afición parece que ya asumido que no hay más futuro que el descenso, por mucho que eso signifique la desaparición del club. FOTO: un jugador del Depor recibe el consuelo de un rival | j. alborés