Se hace cruces el exvicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra ante el idiotismo verbal –imposible elevarlo a categoría conceptual–, que se ha instalado en una clase política capaz de reconocerse entre comunismo o libertad, que fue el salmo de la derecha en las recientes elecciones madrileñas, y entre democracia o fascismo, que fue el de la izquierda dizque para frenar a Díaz Ayuso.
¿Pero en qué país viven estos?, se pregunta el que fuera número dos del PSOE. Apunta a los llamados “spin doctor” como los vendedores de absurdos dilemas ideados para esconder en una campaña electoral los verdaderos problemas de la gente: “Todo es por la conquista del poder, y si el gurú te dice que tienes que decir la chorrada más grande del mundo, porque eso funciona, pues la dices”.
Hay mil formas de atentar contra la libertad en pleno siglo XXI y, al menos en los países de nuestro entorno, ninguna procede del comunismo. Con la misma contundencia podemos decir que no hay que ponerse en guardia frente a supuestas amenazas del fascismo a la democracia reconquistada por los españoles en diciembre de 1978.
Por el mismo precio alguien podría plantear el dilema entre libertad religiosa y santa inquisición. Lo tomaríamos por loco. Simplemente porque se trata de amenazas contra la libertad felizmente caducadas. Todas ellas son historia: la inquisición, el franquismo (“Yo no boxeo con fantasmas”, dice Guerra) el comunismo (en sus formas tiránicas, como el estalinismo) y el fascismo (Hitler y Mussolini llevan ochenta años en el infierno) ¿A qué viene agitar fantasmas que no asustan a nadie?
Las objeciones de Guerra al momento del PSOE y el Gobierno son vistas en amplios sectores como una señal anunciadora de que el antisanchismo puede salir del armario en el seno del partido fundado por Pablo Iglesias hace 140 años. No ven en el exvicepresidente un abanderado -ni él lo pretende-, pero sí un pretexto para que aflore un malestar larvado desde que se formase gobierno con malas compañías.
Guerra no encuentra motivos serios para abrir sendos expedientes de expulsión, como es el caso, a Redondo y Leguina. Además se escandaliza de que se negocie con Bildu (debatir, sí; negociar, no) y de que la igualdad de género está haciendo olvidar la igualdad por la que siempre lucharon los socialistas para que todas las personas gocen de las mismas oportunidades de mejorar en la vida, sean hombres o sean mujeres.
Lo cierto es que se está generando un estado de opinión sobre la mala salud del sanchismo tras el fracaso socialista en la CAM. Flota en el ambiente. De otro modo no se hubiera dado tanta prisa en anunciar que agotará la legislatura, cuando apenas tiene un año de vida útil. La pregunta es si está en condiciones de garantizarlo ante las adversidades que le acorralan.