Podemos lleva camino de ser un partido irrelevante. El discurso incendiario de Pablo Iglesias les aupó hasta cotas de representación muy notables pero la posterior trayectoria arribista de éste líder les fue arrastrando hasta la situación en la que se encuentran. Ha sido un proceso escalonado en el que a la euforia de los primeros tiempos -recién cosechados los frutos políticos del movimiento 15M- se fueron sumando las incoherencias políticas y personales de quien transformó el partido en un instrumento de adhesión personal en el que, poco a poco, los disidentes fueron apartados.
Iglesias llegó a lo más alto en lo personal gozando de un estatus privilegiado -chalet incluido- en paralelo con la decadencia política de Podemos. Empezó en Galicia, donde se quedó sin representación en el Parlamento regional, siguió en el País Vasco, allí perdió la mitad de los diputados, después vinieron la elecciones catalanas de febrero en las que conservó el mismo número de escaños, pero con menos votos.Algo parecido apuntaba en Madrid en dónde la otra izquierda representada por Más Madrid les ha comido el terreno. El pretendido “efecto Iglesias” en realidad ha sido el “efecto Mónica García”, la candidata de la formación que a escala nacional lidera Íñigo Errejón.
Iglesias llegó a lo más alto con un discurso político demagógico, disolvente y guerracivilista. Se aprovechó de la debilidad parlamentaria del PSOE y de falta de escrúpulos de Pedro Sánchez para auparse hasta la vicepresidencia del Gobierno. Pero más allá de algunas excentricidades como sembrar cizaña contra “el régimen del 78” o atacar a la Monarquía estando sentado en el Consejo de Ministros, su paso por el Ejecutivo no ha dejado huella.
A mediados de marzo abandonó la encomienda ante la evidencia del riesgo de irrelevancia que acecha a Podemos. Su presencia en la campaña de Madrid no ha rendido el fruto que esperaba.
A partir de ahora y como consecuencia de la decadencia del partido que lidera vamos a asistir a la radicalización de su discurso. Seguirá promoviendo discordia y avivando el rencor social pero ya de retirada.
La cruda realidad es que, votación tras votación, sus votantes de antaño le van dado la espalda. Y por ahí siguen las cosas.