Aún sin conocer la moraleja del televisado debate a seis del miércoles, no es aventurado detectar la polarización entre un bloque de derechas liderado por Ayuso frente a uno de izquierdas liderado por Gabilondo en las intenciones de voto y por Iglesias en la bronca. El resto es un juego incierto entre partidos escoltas, incluido el ruidoso Podemos, que decidirán la adjudicación del poder en la Comunidad Autónoma de Madrid tras el recuento de la noche electoral.
No es aventurado colocarse en la hipótesis de la continuidad de Ayuso en la Puerta del Sol. Lo que procede es preguntarse si lo que pasa en Madrid se queda en Madrid o trasciende a la política nacional. El líder del PP, Pablo Casado, está convencido de que el muy probable triunfo de su candidata en las elecciones del 4 de mayo generará un cambio de ciclo marcado por la refundación de un centro derecha ya sin Ciudadanos, cuyo declive viene anunciado en todas las encuestas.
Efectivamente, tendrá la ocasión de reforzar su liderazgo tras el batacazo en las elecciones catalanas del pasado mes de febrero, donde su partido obtuvo un paupérrimo 3,8% de los votos. La irresistible ascensión de Ayuso puede hacer el milagro que no hizo el anunciado abandono físico de la sede central (el estigmatizado edificio de la calle Génova), el canal anónimo de denuncias contra malas prácticas puertas adentro o la callada por respuesta a las preguntas sobre Bárcenas.
Lo que desata la euforia en el PP causa inquietud en Moncloa. Una preocupación documentada en el lenguaje de las encuestas que, entre otras cosas, detectan una fidelidad de voto del 90 % en el PP respecto a las elecciones de 2019, mientras que en el caso del PSOE es del 77% (fuente: CIS). Y eso explica la implicación de Moncloa en la campaña, aunque sea discutible que Sánchez sea más movilizador que Gabilondo o que la aversión de Gabilondo a la bronca sea un rasgo negativo de su personalidad en unas elecciones marcadas por la crispación.
Lo cierto es que sobre la imagen del tándem PSOE-UP que nos gobierna se han acumulado las malas noticias en estos últimos días. A saber: el paso atrás en la reforma del CGPJ, el acercamiento de los socios del Gobierno a las tesis del PP sobre la falta de alternativas al fin del estado de alarma, la última encuesta nacional del CIS que otorga al PP una subida de 3 puntos a escala nacional y las propias expectativas demoscópicas de la izquierda en la Comunidad de Madrid, donde sólo Mas Madrid cotiza al alza. Nunca hubiera imaginado un engorde de la derecha en nombre de la libertad. Populismo de barra frente a un PSOE desangrado por la inconsistencia y las malas compañías de Sánchez. Es lo que hay. Y eso explica la insólita incursión del PP y Vox en los barrios obreros de Madrid a la caza de votantes hasta ahora incondicionales de la izquierda.