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En este partido ocurrió algo que refleja la mentalidad española. Un jugador local simuló un penalti y el árbitro lo concedió. 
Hasta aquí, todo normal, pero en la rueda de prensa, el entrenador asturiano criticó al árbitro por haberse dejado engañar y excusó al jugador local “porque ha hecho lo que tenía que hacer”. 
Es como si ante un robo, criticásemos a la policía por no evitarlo y excusásemos al delincuente porque “los ladrones están para robar” o viésemos normal que un empresario ofrezca un soborno a un político pero criticásemos que este lo acepte.
No debe sorprendernos que en Inglaterra, donde se habría criticado mucho más al jugador por su falta de deportividad, que al árbitro por su error, sean mucho menos tolerantes con la corrupción. El fútbol, es una escuela de la vida y si hacer trampa es un simpático recurso de pillos, podemos entender muchas cosas que pasan en este país.

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