EN EL OBELISCO, A LAS DOCE

Tal vez sea bueno recordar una de las definiciones de “periodista” que anda por ahí y resume el leit-motiv de su ser: periodista es el que cuenta cosas que alguien no quiera que se sepan… Sin confundir, por favor, lo que es una información de interés general y lo que generalmente es un intercambio de opiniones de patio de casa de vecinos, donde se eleva a categoría de noticia la cama por donde pasa fulano o la bronca que tuvo la prima de zutano.

Y tal vez es en campaña electoral (y España, de un tiempo a esta parte vive en permanente campaña) cuando el periodismo se parece más a propaganda y está más lejos que nunca de la información.

Y es que los políticos buscan cualquier subterfugio para colocar su mensaje y en la mayoría de los medios se limitan a reproducir esos mensajes sin aportar información complementaria, crítica necesaria y opinión independiente.

Pero hay otros mensajes que lleguen a través de la publicidad, más o menos encubierta con el nombre de “nota de prensa” o desde los gabinetes especializados donde mezclan la paja con el grano.

Y en este momento, los periodistas –y los ciudadanos en general– nos enfrentamos a la publicidad y nos tentamos la ropa con los políticos.

Nadie duda –nosotros, los informadores, menos– de que la publicidad es necesaria y complementaria como información, ni de que las empresas periodísticas son cada vez más empresas y menos periodísticas.

Tenemos que convivir con eso, pero sin faltar a nuestro código. Y es que hoy, lo que en el pasado régimen se llamaba la autoridad, tiene menos peso en los medios que el impuesto por firmas, empresas, instituciones, organismos etc., que piden como contrapartida a la publicidad, minimizar o acallar la crítica, bajo la amenaza de disminuir los anuncios, la sangre que hace circular a periódicos, radios, televisiones.

Y tenemos a los políticos, amigos-enemigos, que son también una parte consustancial en nuestro trabajo y, a la vez, necesarios para el gobierno de las cosas que nos rodean y necesitamos, pero no podemos permitir convocatorias sin preguntas, notas oficiales sin posibilidad de respuesta, grabaciones de los propios partidos que pasan luego como noticias de los profesionales. Por ustedes y por nosotros, no podemos consentirlo. Y por eso muchos nos hemos citado, a las doce, en el Obelisco.

 

EN EL OBELISCO, A LAS DOCE

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