Decía Woody Allen en una película que, al fin y al cabo, masturbarse es hacer el amor con alguien a quien conoces bien y quieres mucho.
Onán era el hijo segundo de Judá, y su hermano mayor, que estaba casado, falleció. Según la ley judía, cuando el marido muere la esposa debe casarse con el hermano soltero, y así Onán se convirtió en marido de su cuñada. Esto de que todo quede en casa, puede que no sea siempre positivo, porque parece que Onán, cuando tenía relaciones con su cuñada, su “semilla caía en la tierra”. No sabemos si padecía eyaculación precoz o prefería hacer el amor con alguien “a quien conoces bien y quieres mucho”, pero el caso es que de él viene el término onanismo, con lo que se convirtió en el patrono de los practicantes del amor propio.
Pero el totalitarismo secesionista ha llegado incluso a ese aspecto íntimo, y una inteligente colaboradora de TV3 ha solicitado en un programa que las señoras, por favor, si se masturban, lo hagan en catalán.
Me he quedado perplejo, porque yo pensaba que el onanismo se practicaba en silencio, así que, incitado por mi ignorancia, he investigado si los secesionistas, al ser de una inteligencia superior, habían conseguido otra modalidad del sexo oral, en el que, por cierto, tampoco se suelen decir muchas palabras por lógicos impedimentos técnicos.
Merced a mi arduo trabajo, parece que la recomendación proviene de que un aparato, de venta en los comercios del ramo, denominado ‘satisfyer’, que, aplicado a esa parte íntima femenina, provoca placer, lleva las instrucciones de uso en castellano. ¡Qué falta de vergüenza!
La colaboradora del programa, vigilante de las esencias, ha animado a la masturbación femenina, con objeto de que lo que en catalán se denomina “el gato” --pentinar el gat-- se haga en catalán “para que el castellano no nos invada”, según angustia de quien podría ser nombrada, en un futuro gobierno de la República, directora General de Masturbaciones.