Cuando las encuestas no pronostican ventaja suficiente a un partido para no depender de los pactos con otros, hay que leer entre líneas para inferir hacia dónde apuntan los cálculos del día siguiente a las elecciones. Ciudadanos lleva en su ADN fundacional la liquidación del Cupo vasco y el Concierto navarro por considerarlos un privilegio contrario al mandato de igualdad entre los españoles consagrado por la Constitución, que es la que, por cierto, ampara dichas peculiaridades fiscales. El Concierto es el marco que regula las relaciones fiscales entre el País Vasco y el Estado. ¿Ha cambiado de idea Ciudadanos? Podría ser, aunque sin explicitarlo. De ser así, estaríamos ante un giro estratégico aconsejado por las expectativas del día después.
Esto viene al hilo de unas declaraciones de Rivera, que dijo: “Del Cupo vasco lo que cuestionamos es el cálculo”. Sobre la existencia de dicha excepcionalidad fiscal, su posición parece haber pasado de abolicionista a posibilista. “Si tuviera 233 escaños, podríamos hablar de muchas cosas de la Constitución, pero sin 233 escaños o dos tercios de la Cámara, hay poco que cambiar”. Remata Rivera su visión del momento añadiendo que ni el PP ni el PSOE estarían por la labor.
Es probable que a los dirigentes del PNV les hayan sonado los oídos. Un acúfeno político que ya debieron experimentar cuando el PP y Ciudadanos firmaron un pacto con UPN, el partido foralista de la derecha navarro. En determinados núcleos del empresariado vasco no cayó bien el apoyo que el PNV prestó a la defenestración de Rajoy. Desconfían de lo que pueda verse obligado Sánchez a conceder a Podemos si, llegado el caso, se repitiera el empate izquierda-derecha.
Querrían ver al PNV en su sitio, no en compañía de los anticapitalistas de Iglesias y con Izquierda Unida. En ese escenario cabe interpretar lo que parece que estaría siendo un giro estratégico de Ciudadanos. Pero todo se mueve el reino de las cábalas porque la única certeza que se puede proclamar sin temor a yerro es que el bipartidismo ya es Historia.