En solo seis meses los políticos han causado más daño a la a la independencia de la Justicia que todos los enemigos de España y de la Constitución en cuarenta años. Y si, además, la clase política pasa al insulto y al escupitajo, rechaza el diálogo y es incapaz de buscar soluciones y consensos, la situación puede volverse peligrosa y favorecer, como está pasando, el nacimiento de partidos a un extremo y otro del arco político. Es decir, olvidar la moderación y la tolerancia.
En algunos asuntos, como la inmigración, ese cambio puede suponer un grave retroceso democrático y social. Pasar de la solidaridad al rechazo. Un antiguo asesor de Aznar que ahora parece militar en uno de esos partidos extremos, hacía una reflexión en una prestigiosa revista, que, lamentablemente, comparten personas con cultura, solidarias y hasta con unas ciertas creencias “religiosas”. El resumen es fácil y terrible: la inmigración debe ser selectiva y limitada y aceptada solo si responde a nuestros intereses. Los inmigrantes no son consumidores de bienes, ni aportan nada a nuestra riqueza porque no tiene empleo, tienen gratis sanidad, educación, vivienda, ayudas, etc. y, por tanto, ponen en peligro el Estado del Bienestar, la cohesión y la paz social. No cubren ningún trabajo que los españoles no quieran realizar (¡) y no hay ningún sector en el que sean mayoría, salvo, dicen, que “consideremos un sector productivo el top manta”. Su aportación “cultural”, según escribe el citado asesor de Aznar, se resume en la práctica de la ablación, los matrimonios arreglados, la poligamia, el burka y los guetos cerrados, donde se insulta, acosa y agrede a las mujeres o a los policías. Un 30% de la población reclusa son inmigrantes, aunque hay muchos más que no han sido detenidos... No es lo mismo, añade, un sirio que huye del ISIS que un subsahariano que les acompaña y que hasta puede ser un terrorista. Con un 30% de inmigrantes –ahora estamos en un 12 o 13 por ciento– dice, “España dejaría de ser España”.
Ofende leer esto y que ese pensamiento se pueda extender como sucede en otros países. No les hablo ya de las “soluciones” que propone. Lo que me preocupa es que algunas “buenas” personas empiezan a compartir estas “ideas” y cualquier día nos podemos encontrar que llega al Gobierno de España o al de Europa, una Europa cada vez más débil, un Trump o un Salvini. La inmigración plantea muchos problemas, pero hay que darles soluciones humanitarias y solidarias, huyan de la guerra o de la miseria. Como dice Antonio Garrigues, “África tiene una media de siete hijos por mujer y la de España es de 1,2. Da igual las vallas que levantes. Si la elección es morir o emigrar, emigrarán. En Siria o en Yemen cada 10 minutos muere de hambre un niño...”. Y en muchos lugares más de esa África que algunos desprecian, pero que seguirá enviándonos a sus jóvenes. Millones de inmigrantes están trabajando en España y contribuyendo a la riqueza y al crecimiento demográfico. Muchos se aprovechan de ellos. Muchos les querrían expulsar. Aunque sean personas, aunque solo se diferencien de nosotros en haber tenido la desgracia de nacer un poco más abajo. Hay que ayudarles en serio en sus países de origen y aquí. Incitar al odio y a la exclusión solo conduce al enfrentamiento.