EL RETORNO DE LORD AYLESFORD

Por primera vez la Nippon Music Fundation le cede a un músico español, Pablo Ferrández, uno de sus tesoros: el cello fabricado en 1696 por el luthier Antonio Stradivari; un instrumento conocido por el nombre del noble inglés que lo adquirió y conservó durante un siglo, Lord Aylesford. Una pieza única, de las que sólo quedan parecidas entre cuarenta y sesenta en el mundo. La Fundación sólo cede estos instrumentos a músicos de importante trayectoria (el Aylesford fue “compañero de viaje” del húngaro Janos Starker) o con carreras emergentes, tal es el caso de Pablo Ferrández, que a sus 23 años se ganó el reconocimiento de la crítica por sus interpretaciones en reputadas orquestas y premios como el de Liezen o el del Festival Sommets Musicaux de Gstaad, entre otros, además de despertar el interés de figuras como Lorin Maezel o Zubin Mehta.
Un viaje de horas hasta llegar a Stuttgart precedió el encuentro entre el joven intérprete y el antiguo violonchelo, valorado en ocho millones de euros. El propio Ferrández dirá: “Es el chelo más difícil que he visto en mi vida, de los más grandes que conozco. Tiene mucha sonoridad y necesita mucho tiempo para sacarla de dentro. Tienes que amasar el sonido”.
Pero los “mimos” que requiere este notable compañero van más allá. Pasa sus “revisiones” en Londres, donde le limpian hasta del sudor que pueda caerle en el denodado esfuerzo del intérprete en algunas ejecuciones musicales, y en los aviones paga otro billete (no bajará jamás a las bodegas) bien resguardado por su estuche de ocho kilos de peso.
Tras la última grabación de Ferrández con la Filarmónica de Stuttgart su música irá acompañada del sonido de su nuevo camarada, de su mejor cómplice.

 

EL RETORNO DE LORD AYLESFORD

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