De acuerdo: un tal Macron, un personaje por el que nadie hubiese apostado hace ocho meses, llegará a la Presidencia de Francia. Es verdad que porque la otra opción es peor, pero ¿acaso no ocupamos los sitios que ocupamos porque se han quedado libres? Pues eso: que sin partido consolidado, sin sedes, sin contar con más apoyos que los de algunos financieros y medios de comunicación, Macron se ha alzado con el máximo poder. Y, cuando las barbas del vecino veas pelar, pon la gran pregunta a remojar: y nuestro Macron, ¿dónde estará?
Albert Rivera se ha proclamado par de figuras internacionales tan atractivas como Macron o el canadiense Trudeau. Aunque, por supuesto, hay sus diferencias... La Moncloa no ha querido inmiscuirse en el proceso galo, lleno de peripecias y de grandezas democráticas: sí, porque esas primarias, abiertas a los votantes y no solo a la militancia, son un signo democrático que por estos pagos nadie se ha atrevido a dar. Quizá en algún momento Rajoy hubiese apostado por Fillon, que pronto quedó desprestigiado por sus desmanes familiares. Y los socialistas, embebidos en su pugna por llegar al sillón de Ferraz, no están para comparaciones con el vecino del norte, ni para preguntarse por qué los franceses han dado la espalda al candidato del PSF.
O sea, que posiblemente el Macron español aún está por llegar y seguramente no será ninguno de los tres que luchan por hacerse con la secretaría general del partido más veterano. Ni, por supuesto, Macron va a ser un Rajoy que busca perpetuar, soltando dinero para que le aprueben unos presupuestos necesarios, la que será su última legislatura. ¿Rivera entonces? ¿Algún líder regional que no ha dado el salto, como Feijóo? ¿Algún otro aspirante a hacerse con el liderazgo del centro derecha con alguna o pegatina progresista, como Soraya Sáenz de Santamaría si le saliese bien su aventura catalana? La incógnita no está en cómo será el rostro que suceda a Rajoy tras un proceso político que será apasionante. La incógnita debería ser con qué fórmulas se llegaría a la Presidencia del Gobierno. He leído muchas de las entrevistas a Macron: propone cosas concretas para problemas concretos.
España no tiene otro peligro populista que el que viene de las salidas de tono de Pablo Iglesias, aunque una victoria de Sánchez en las primarias podría reportarle un aliado, o un factor de moderación. Y, por otro lado, antes de diciembre y para solucionar el incordio de los independentistas catalanes, habría de formarse un Gobierno negociador en el que entrase Ciudadanos junto al PP, que ya habrá pasado por el calvario de su depuración anticorrupción. Y al que habría de incorporarse un PSOE racionalizado por Susana Díaz. O eso, o el gobierno de progreso que quiere Iglesias... o una nueva mayoría absoluta para el PP.
Quiero decir que posiblemente no haya un Macron español. No uno: el hispano Macron sería una conjunción de fuerzas que designase a un equipo negociador apartidista para, con el inequívoco respaldo de la Jefatura del Estado, frenar el secesionismo catalán. Al fin y al cabo, lo que hay que hacer, con una política generosa e imaginativa es conquistar el corazón, el bolsillo y la voluntad del 7% de catalanes que exigen pasos adelante.