Gracias sus señorías

Los jueces consideran que la tentativa de homicidio fue “desistida de forma eficaz” y no la mató porque no quiso”. Leo esta frase resumida en la prensa y solo se me ocurre decir: gracias. 
Es gratificante encontrar hombres con sentido común, que aplican el dicho de que rectificar es de sabios. Que tienen en sus manos asfixiando el aliento, la decencia de parar y dejar que fluya la vida. 
Gracias a esos hombres tan comprensivos que cuando una mujer los deja, sus ideas de acuchillarlas, llevadas a la práctica, son consideradas una “levedad” por los otros hombres sin mal intención, un pequeño altercado doméstico que no tuvo mayor relevancia y supieron escuchar la vocecita de una niña de seis años que conmovió su “locura transitoria” al pedirle que no matará a su madre. 
Porque en este abanico inmenso de gratitud que siento como mujer a estos hombres tan peculiares que comprenden los de leyes que lo juzgaron y los “ultrajados” que se sienten amparados por los primeros, solo me resta sentir…. La primera sensación es incredulidad, aunque supongo que visto lo visto en otras sentencias, ya deberíamos estar acostumbradas. Descarto esta y siento… asco. Si. 
Con esta sensación me siento mejor, porque es un asco que recorre cada nervio de mi cuerpo, hace que llore de impotencia y pena por la realidad y también me produce nauseas seguidas de un vómito que echa de mis entrañas la ira, la rabia, las maldiciones y todos los insultos que se me ocurren. 
Pasada esta fase, siento lástima. Una lástima infinita por la pobreza del espíritu humano, por la indefensión que vivimos en pleno siglo XXI, por la irracionalidad y sobre todo por la traición. Esta al igual que el engaño es devastadora, es un terremoto sacudiendo mi condición de mujer. Traicionada por quien más debiera protegernos, inútil como un kleenex, que son las órdenes de alejamiento, hipócritas como los minutos de silencio que guardan aquellos que no nos toman en serio, nada más que cuando necesitan nuestro voto, ahí es cuando dicen que van a cuidarnos…. 
Y esta lástima que si me lastima es incurable. Pero tengo que dar las gracias, con toda la ironía que cabe en este ser mancillado por esos hombres de impecable vestidura negra, porque perdonan al que me permite que siga viviendo, para seguir luchando.
 Gracias por vuestra compasión, que no es lo que quiero. Vuestras señorías apelo al sentimiento que os produciría si fuera vuestra hija la que sufrió una incisión sin mayor trascendencia y vuestra nieta la que suplicara por la vida de su madre. 
Ser justos que de eso deriva la palabra Justicia. Estoy segura que entonces también le daríais las gracias a ese hombre por dejarla vivir.
 

Gracias sus señorías

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