Concepción Arenal, ferrolana ella, fue toda una renovadora de la relación con los presos y el tratamiento penitenciario. Su pensamiento se podría resumir en una sentencia contundente: “Odia el delito y compadece al delincuente”. ¡Y menuda compasión hay que sentir hacia los Jordis, el apellidado Sánchez, el de la matraca, y el apellidado Cuixart, el autista! Tanto tiempo entre rejas primero en Soto del Real, ciudad de vacaciones, prisión del imperio, y después en Lledoners, cárcel de la República, lo está devastando. Nunca fueron unas lumbreras, pero ahora ya les cuesta tanto razonar que han decidido lanzar una campaña de objeción fiscal y han pedido a los catalanes que no paguen los impuestos para protestar contra el Tribunal Supremo. Habrá que compadecerse de ellos, pero más que por delincuentes por parvos.